Brasil. Condena a Bolsonaro y defensa de democracia

Former Brazilian President Jair Bolsonaro stands at the garage of his residence in Brasilia on September 11, 2025. A Brazilian judge on September 10 returned the first not-guilty vote in the coup-plotting trial of former president Jair Bolsonaro, shifting all eyes on the last two of his colleagues left to vote following two guilty findings. The 70-year-old far-right ex-leader risks a prison sentence of more than 40 years if found guilty of seeking to claw back power after his defeat in 2022 elections to leftist Luiz Inacio Lula da Silva (Photo by Sergio Lima / AFP)

 La sentencia contra el expresidente Jair Bolsonaro a 27 años y tres meses de prisión por el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil marcó un hito histórico en la democracia de ese país sudamericano.

   Por primera vez en 135 años de república, un exmandatario fue condenado por intentar un golpe de Estado junto a altos mandos militares.

    El inédito fallo responsabiliza a Bolsonaro por cinco delitos, incluyendo la tentativa de abolir el orden democrático, como evidencia de un plan coordinado para desestabilizar el sistema electoral tras los comicios de 2022.

   ORDEN CONSTITUCIONAL

   A criterio de académicos y abogados, la decisión del STF representa una señal clara de que nadie está por encima de la Constitución, especialmente en un país con un pasado de dictadura militar en la cual la impunidad había sido la norma para ciertos sectores.

   Expertos sostienen que la condena tiene más peso político y simbólico que punitivo en términos inmediatos, pues Bolsonaro sigue contando con un sector importante de apoyo popular.

    Al mismo tiempo, la sociedad brasileña se mantiene dividida y polarizada, y algunos sondeos muestran que un porcentaje significativo de la población niega la responsabilidad del expresidente en el intento de golpe o considera injusta su condena.

   POLARIZACIÓN SOCIAL Y REPERCUSIONES

   Analistas señalan que la sentencia podría intensificar la polarización, de manera especial de cara a las elecciones de 2026, con un riesgo latente de radicalización en ciertos grupos.

    Por otra parte, la tensión diplomática con Estados Unidos ha tenido manifestaciones, debido a sanciones y medidas restrictivas de Washington contra funcionarios del STF involucrados en el caso, lo que ha generado rechazo por parte del Gobierno brasileño que califica estas acciones como injerencia.

   En opinión de expertos en derecho constitucional, la decisión marca un antes y un después en la consolidación democrática brasileña.

    Thiago Bottino, profesor de dicha materia en la Fundación Getúlio Vargas, consideró que la condena es “un avance crucial para la democracia y un mensaje claro de que ningún actor político está por encima de la Constitución”.

   Enfatizó que, a lo largo de la historia brasileña, las instituciones judiciales han ido fortaleciendo su independencia y capacidad de respuesta ante ataques autoritarios, y que esta sentencia confirma “la resistencia de la justicia frente a los intentos de subvertir el orden constitucional”.

   Por su lado, Carmen Lúcia Antunes Rocha, jueza del STF y redactora del voto mayoritario, subrayó que la determinación no solo se basa en la prueba concreta sino que también representa “una defensa robusta del Estado democrático”.

   Afirmó que el proceso judicial ha sido riguroso y transparente, permitiendo a las partes ejercer su derecho a la defensa, pero sin dejar dudas de que el intento golpista liderado por Bolsonaro y sus aliados fue un ataque frontal que amenazó las bases del sistema electoral y la libertad ciudadana.

    El juez Alexandre de Moraes, ponente del proceso y protagonista clave en la investigación,  recalcó que el fallo es una muestra inequívoca de que la justicia puede actuar con firmeza contra la concentración indebida de poder y el desafío institucional.

   A su decir, “la decisión busca resguardar el orden constitucional y garantizar que las elecciones y los mandatos democráticos no sean puestos en jaque por acciones ilegales y conspiradoras”.

    De acuerdo con Moraes, la sentencia fortalece el sistema de pesos y contrapesos constitucionales imprescindibles para cualquier democracia sana.

    Más allá de esas opiniones, la división en la sociedad brasileña resulta evidente, aunque la fortaleza institucional demostrada por el STF, plantean diversas voces, es fundamental para evitar que las diferencias políticas degeneren en violencia o crisis institucionales mayores.

    La condena limita la capacidad de Bolsonaro para influir directamente en futuras contiendas electorales y representa un precedente legal para posibles procesos contra otros actores políticos relacionados con prácticas anticonstitucionales.

    Pese a los recursos legales previstos, juristas estiman que la sentencia del STF es sólida y difícil de revertir, lo que envía un mensaje  preciso a la comunidad política sobre el compromiso con la democracia.

   En términos más amplios, el caso Bolsonaro evidencia la importancia de la justicia constitucional como garante efectiva de la democracia frente a movimientos populistas autoritarios.

   La resolución del STF es un recordatorio de que los derechos y libertades no pueden ser usados para justificar la ruptura institucional ni el desconocimiento de resultados electorales legítimos.

   Adicionalmente, fortalece la noción de que los mecanismos legales y jurídicos son los únicos caminos válidos para dirimir disputas políticas en las democracias contemporáneas.

José Oscar Fuentes
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