Crisis hídrica, desafío a superar

Una nueva advertencia de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) preocupa al orbe entero: el ciclo del agua resulta cada vez más errático y extremo, con sequías prolongadas e intensas inundaciones.

Según el Informe sobre el Estado de los Recursos Hídricos Mundiales 2024, publicado recientemente por dicha entidad, solo un tercio de las cuencas fluviales del planeta presentaban condiciones normales el año pasado, mientras que el resto sufría severos desequilibrios, lo que marca más de un lustro de esta tendencia.

Tal irregularidad extrema, plantea el documento, deteriora el equilibrio ecológico y afecta a millones de personas, al exacerbar crisis sociales que requieren acciones urgentes y coordinadas.

IMPACTO SOCIAL DEL PROBLEMA

El agua es esencial para la vida, la salud, la agricultura y el desarrollo económico, y su escasez genera efectos sociales devastadores, especialmente en las comunidades más vulnerables.

De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas, en 2024 unos 3 600 millones de personas carecieron de acceso adecuado al líquido al menos un mes, cifra que puede superar los 5 000 millones en 2050.

Regiones con sequías extremas, como la cuenca del Amazonas, el sur de África y partes de Asia, enfrentan un acceso limitado a agua potable, lo que incrementa la incidencia de enfermedades, sobre todo en niños y poblaciones empobrecidas.

Asimismo, este grave problema impacta en la educación, especialmente de niñas y mujeres, pues en muchas áreas rurales ellas dedican horas diarias a la recolección de agua, sacrificando el tiempo escolar y perpetuando desigualdades de género.

La crisis hídrica provoca, además, desplazamientos forzados de comunidades enteras que emigran en búsqueda del preciado recurso, con lo cual aumentan las tensiones y los conflictos en las regiones receptoras.

Por otra parte, la productividad agrícola —que utiliza alrededor del 70 por ciento del agua dulce disponible en el mundo— padece disímiles perjuicios.

Las sequías reducen los rendimientos, aumentan los costos y elevan el riesgo de comprometer la seguridad alimentaria, con impactos que trascienden a los productores y repercuten en toda la economía, tanto a nivel nacional como global.

Los daños económicos por eventos climáticos extremos asociados al agua pueden ascender a millones de dólares, como ha sucedido en inundaciones catastróficas y sequías prolongadas.

SOLUCIONES Y MEDIDAS CONTRA LA CRISIS

Frente a este escenario, expertos y organismos internacionales abogan por una estrategia integral que combine inversión, innovación tecnológica, restauración ecológica y colaboración multisectorial.

Uno de los pilares fundamentales, consideran los especialistas, es la inversión en infraestructura hídrica resistente al cambio climático, que debería triplicarse hasta alcanzar los mil millones de millones de dólares anuales para garantizar un acceso sostenible y confiable al agua.

Además, la restauración de ecosistemas naturales —como humedales y bosques— resulta clave para estabilizar el ciclo hidrológico.

Diversos estudios señalan que las soluciones basadas en la naturaleza amortiguan eventos extremos, ayudan a conservar la humedad del suelo, mejoran la calidad del agua y fomentan la resiliencia agrícola.

Se estima que cada dólar invertido en restauración genera un retorno económico de hasta 30 dólares en beneficios sociales y ambientales.

Al mismo tiempo, las empresas desempeñan un rol crucial en la gestión sostenible del agua. Se promueven acciones para fomentar la resiliencia hídrica que incluyen identificar cuencas vulnerables, establecer objetivos basados en la ciencia, mejorar la eficiencia y reutilización del recurso, garantizar su acceso seguro y colaborar con el sector público a través de buenas prácticas y financiamiento innovador.

Involucrar a las comunidades afectadas es vital para diseñar soluciones que respondan a las necesidades locales de manera sostenible.

LLAMADO A LA ACCIÓN

A juicio de la OMM, el enfrentamiento adecuado a la crisis hídrica demanda tener en cuenta información fiable y científica.

“No podemos gestionar lo que no medimos”, afirmó Celeste Saulo, secretaria general de la organización, quien destacó que el informe mencionado ofrece una evaluación precisa de la disponibilidad de agua dulce, al considerar ríos, lagos, aguas subterráneas, nieve e hielo.

Ese conocimiento, consideró, debe orientar a los responsables de la toma de decisiones en el diseño de políticas públicas y estrategias integradas eficientes.

Sin dudas, la presente crisis representa una fragilidad que pone en riesgo la seguridad, la salud y el bienestar de los seres humanos, y eso debe cambiar sin más demora.

José Oscar Fuentes
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