América del Norte. Entre enfrentamientos y ¿reconciliaciones?

Menos de cinco años después de la entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC, por sus siglas en español), la relación de los tres países participantes en ese pacto volvió a verse amenazada por enfrentamientos que estuvieron a punto de desencadenar una guerra comercial.

   Si la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2017 implicó la posterior renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan) que había estado vigente desde 1994, su regreso a la presidencia estadounidense el pasado 20 de enero abrió una nueva página de confrontación con esos dos socios tradicionales.

   En el primer mandato de Trump (2017-2021), las negociaciones del T-MEC fueron complejas y tensas, con continuas presiones de su parte para que Ciudad de México y Ottawa aceptaran nuevas condiciones que dieran a Washington ventajas económicas.    

   Ahora, con su retorno triunfal a la escena política, se repite la historia de amenazas y coerciones.

   LOS ARANCELES COMO ARMA

   La actual semana comenzó con la posibilidad de que desde el martes entraran en vigor aranceles del 25 por ciento impuestos por Estados Unidos a los productos importados desde México y Canadá (excepto el petróleo de este último país, que sería gravado con un 10 por ciento).

   Para justificar tal medida, Trump acusó a las naciones vecinas de no controlar sus fronteras para impedir el flujo migratorio y el tráfico de drogas, y también criticó el déficit comercial que tiene Estados Unidos con respecto a sus dos socios principales.

    El mandatario parecía dispuesto a ir hacia adelante con tal postura, aun cuando diversas voces advertían que los aranceles eran contrarios al espíritu del T-MEC.

Sin embargo, la tormenta amainó el lunes, cuando las partes anunciaron la decisión de retrasar durante 30 días la puesta en vigor de las mencionadas tarifas.

Varios medios de prensa indican que el aplazamiento en la imposición de los aranceles no fue fruto de la casualidad, sino resultado de las labores de diplomacia y gestión de crisis realizadas por la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y el saliente primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, quienes llegaron al mismo resultado mediante el empleo de tácticas diferentes.

El primer ministro canadiense optó por un enfoque combativo. Según un reporte del periódico The New York Times, desde que Trump anunció su amenaza arancelaria, Trudeau comenzó a preparar el terreno para una negociación más difícil, incluyendo una serie de medidas de represalia.

Por su parte, Toronto Sun informó que durante las primeras horas de la disputa, el jefe de Gobierno y su equipo no tenían esperanza de evitar los aranceles, pero finalmente se obtuvo tal resultado después de dos llamadas telefónicas y la presentación de un plan que incluyó la inversión de 1,3 mil millones de dólares en medidas para reforzar la seguridad fronteriza.  

Mientras, Sheinbaum, según el medio neoyorkino, optó por la colaboración más que por la confrontación y, a través de una serie de negociaciones tras bambalinas, logró igualmente el retraso de las tarifas, a cambio de compromisos para fortalecer la seguridad en los límites con Estados Unidos y detener el flujo de migrantes y drogas.

A pesar de la solución temporal, el vínculo entre estos grandes socios comerciales permanece envuelto en incertidumbre.

   De acuerdo con la cadena BBC Mundo, sigue sin estar claro si Trump cumplirá sus amenazas contra Canadá y México una vez finalizado el plazo de 30 días, y esa duda suscita temores que podrían llevar a las empresas a reducir su dependencia de los mercados estadounidenses, a no invertir en la construcción de nuevas fábricas o a no contratar trabajadores hasta que se aclare el conflicto.

   Quizás, por ahora, parece haber suspiros de alivio en las tres naciones, dado el reconocimiento de que una guerra comercial traería severas consecuencias para todos los implicados.

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