Mientras la industria turística global se expande a un ritmo acelerado, el mayor desafío no consiste únicamente en atraer más visitantes, sino en diseñar experiencias inmersivas y memorables que transformen su manera de ver el mundo y de comprender la historia de los pueblos.
La Ruta de la Conquista surge como una alternativa turística que invita a recorrer los caminos por donde avanzaron los colonizadores españoles en Centroamérica, junto con los pueblos que desempeñaron un papel fundamental en aquel acontecimiento histórico.
Más que un trayecto, esta ruta pone en valor las comunidades, tradiciones y vestigios que aún conservan la memoria de aquel encuentro de culturas. Permite a los visitantes conocer la historia de la región mientras descubren su riqueza cultural y natural.
La ruta está compuesta por tres destinos que revelan costumbres precolombinas y patrimonio histórico, testimonio de la relevancia que tuvo esta región durante la época colonial, a la vez que sorprende por su arquitectura imponente y sus tesoros naturales.
El primer destino es la ciudad de Antigua Guatemala, que, según la revista Forbes, “es el punto medular para iniciar esta travesía de redescubrimiento”. Además, esta ciudad es reconocida como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Antigua Guatemala destaca por sus calles empedradas, que evocan la sensación de que el tiempo se ha detenido, y por la Iglesia de la Merced, uno de los vestigios españoles más emblemáticos en esta Ruta de la Conquista. Su impresionante fachada refuerza esa sensación de conexión con el pasado.
Esta iglesia, una de las edificaciones más representativas de Antigua, exhibe un admirable estilo barroco en estuco, con dos campanarios bajos y ocho grandes columnas salomónicas adornadas con intrincados motivos ornamentales.
En su fachada también se aprecia el escudo de la Orden Mercedaria, así como las imágenes de varios santos pertenecientes a dicha orden, entre ellos San Pedro Nolasco, fundador de la Orden de Nuestra Señora de la Merced.
El recorrido continúa en Suchitoto, en el departamento de Cuscatlán Norte (El Salvador), una ciudad que narra la historia del primer asentamiento español en el país. Su principal atractivo natural es el lago Suchitlán, que resguarda secretos y leyendas acumuladas a lo largo de más de 500 años.
En Suchitoto también se encuentra el Museo del Añil, dedicado a una de las actividades productivas más importantes durante la Colonia. La visita a este museo suele complementarse con un recorrido por un sitio arqueológico indígena cercano, lo que refuerza la conexión entre pasado prehispánico y legado colonial.
En Honduras, el recorrido incluye la ciudad de Gracias, donde se erigió en 1544 un edificio militar que albergó la Audiencia de los Confines, máxima autoridad administrativa española en los territorios que hoy comprenden el sur de México hasta Nicaragua. Sin embargo, pocos años después, esta institución fue trasladada a Antigua Guatemala.
En la misma ciudad se puede visitar el Cerro de San Cristóbal, desde donde se obtiene una vista panorámica de Gracias. Los cañones que allí se exhiben fueron traídos desde la fortaleza de San Fernando de Omoa, y también se conserva El Castillo, un recinto español construido parcialmente con restos de coral.
El turismo histórico y patrimonial ha adquirido gran relevancia a nivel mundial como actividad económica y educativa, al integrar de manera armónica factores históricos, sociales, culturales, económicos y ambientales para el beneficio de las regiones donde se desarrolla.
Actualmente, muchos territorios basan una parte importante de su crecimiento en la promoción de este tipo de turismo, conscientes de que genera beneficios de alto impacto para las comunidades locales, especialmente en países en vías de desarrollo.


José Luis Perelló Cabrera
Investigador. Cátedra de Estudios del Caribe «Norman Girvan»
Universidad de La Habana










