Detener la pérdida de la biodiversidad requiere una acción integrada entre la ciencia y la naturaleza

En estos últimos años, América Latina y el Caribe están dejando su posición activa e innovadora en los debates globales sobre medio ambiente, cambio climático, preservación de los océanos y, especialmente, la biodiversidad. El hecho de que la región albergue el 60% de la biodiversidad global, con seis de los diecisiete países más biodiversos del mundo y el hábitat con mayor diversidad biológica del planeta (la amazonia); explican este mayor protagonismo y hace necesario promover un nuevo enfoque latinoamericano y caribeño para abordar los retos de conservación, restauración y uso sostenible de la biodiversidad.

Este nuevo enfoque regional se ha ido perfilando gracias a iniciativas innovadoras. Los factores que las suelen caracterizar son la puesta en valor de los servicios ecosistémicos en los programas de inversión, una integración más amigable de la biodiversidad en las ciudades y el desarrollo de nuevos modelos productivos basados en la bioeconomía. En buena parte de los casos, esto está sucediendo de la mano de comunidades y de pueblos indígenas, que son precisamente los que en mayor medida custodian los ecosistemas y cuyo bienestar está más directamente asociado a su protección.

Entre los retos para que la visión y las soluciones latinoamericanas y caribeñas se afiancen en los grandes debates globales se destaca la movilización de más recursos financieros para preservar la biodiversidad. Pero no es el único: también es preciso promover la integración del conocimiento y la ciencia autóctona en los procesos de toma de decisiones, ampliar el papel de las comunidades locales y pueblos autóctonos, y fomentar la tecnología y la innovación basada en la naturaleza en los países de la región.

En lo que se refiere a la financiación, los recursos que actualmente se destinan a preservar la biodiversidad son insuficientes para proteger y restaurar ecosistemas y conservar las especies amenazadas, lo que afecta de forma significativa la productividad agrícola, el acceso a los recursos hídricos, los sistemas de protección natural frente a los desastres naturales o el turismo, algo que perjudica principalmente a las comunidades locales que dependen de estos ecosistemas para su sustento y bienestar. Por ello, se ha acordado que los flujos internacionales de financiación deberán alcanzar los 20.000 millones de dólares anuales para 2025, aumentando a 30.000 para 2030, lo que hará necesario un debate en profundidad sobe instrumentos innovadores que promuevan la financiación pública y privada.

Estos compromisos, sin precedentes, tienen sustento conceptual en un enfoque ecosistémico que coloca a la gente y la utilización de los recursos naturales en el centro del proceso de toma de decisiones, promueve la conservación y el uso sostenible de estos recursos de manera equitativa y reconoce la importancia de la colaboración interdisciplinaria y la cooperación entre diversos actores.

Estudios realizados han identificado 14 ecosistemas estratégicos prioritarios en la región, entre los que se destacan la Amazonia, la Patagonia, el Caribe, el Chocó Biogeográfico, el Corredor seco mesoamericano, los manglares y los páramos. Actualmente, se trabaja en un catálogo de soluciones para hacer frente a las principales amenazas que sufren, como la deforestación, la desertificación y la contaminación.

Otro eje fundamental de la visión latinoamericana y caribeña de la biodiversidad es la promoción e integración de la ciencia autóctona y los saberes ancestrales en los proyectos de inversión, lo que permitirá garantizar acciones respetuosas con las comunidades locales. Resulta crucial que todas las iniciativas de financiación y de integración de la ciencia en la toma de decisiones involucren a las comunidades locales, especialmente en los ecosistemas más frágiles. Un ejemplo de ello es el proyecto “Red de Mujeres Piangüeras”, integrado por organizaciones de mujeres cuya actividad recolectora de la piangua o concha es clave para sostener económicamente a sus comunidades, pero también para proteger los manglares, ecosistema clave para la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático.

Finalmente, para preservar la biodiversidad en América Latina y el Caribe es imprescindible impulsar la innovación con ayuda de la ciencia y la tecnología. En primer lugar, promoviendo instrumentos financieros innovadores, como el canje de deuda por naturaleza o los certificados de biodiversidad. En segundo lugar, apoyando programas de innovación tecnológica asociada a la biodiversidad, como la iniciativa “InNatureLab”, que ofrece apoyo financiero y no financiero a soluciones de bioeconomía a través de un laboratorio de innovación abierta que incluye a las comunidades locales, o impulsando la biomímesis y un nuevo modelo de desarrollo productivo.

La biomímesis propone consultar en ese inagotable laboratorio de I+D+i que es la naturaleza, sin patentes y de código libre, que acumula conocimiento especializado tras millones de años de adaptación a entornos cambiantes y hostiles.  Es una corriente de pensamiento científico que busca emular la naturaleza como fuente de inspiración y aprendizaje para solucionar problemas antropocéntricos actuales que la naturaleza ha resuelto por sí misma.

Es necesario un salto cualitativo, pues la biodiversidad es un activo clave para el posicionamiento de América Latina y el Caribe en los debates globales sobre las normas que rigen la arquitectura financiera internacional, en especial los flujos comerciales y financieros, y para nuevas políticas de desarrollo tecnológico.

Con este fin, se celebró este mes de junio, en Madrid la Primera Edición de los Diálogos Mutis de la Biodiversidad América Latina y el Caribe-España, que reunió a un grupo de más 50 representantes de instituciones científicas, gobiernos de países latinoamericanos, instituciones financieras, agencias de cooperación, organizaciones no gubernamentales y filantrópicas, sector privado para reforzar la voz de la ciencia e impulsar el papel de la tecnología y la innovación como herramientas para la conservación, restauración y uso sostenible de la biodiversidad en los países.

José Luis Perelló Cabrera
+ posts

Investigador. Cátedra de Estudios del Caribe «Norman Girvan»

Universidad de La Habana