La Orinoquía, ecoturismo para vivir la naturaleza en estado puro

El gran Orinoco recorre 2.250 kilómetros mientras se nutre de una red de 11 afluentes, en la zona norte de Sudamérica. A su paso por Colombia, da nombre a una región que es un verdadero paraíso de biodiversidad: la Orinoquía.

La sabana es el paisaje predominante en esta área, aunque no es el único. En esta región, compartida por Venezuela y Colombia, ocurre algo muy singular: confluyen tres grandes estructuras naturales —la cordillera de los Andes, los extensos llanos aluviales y la influencia del antiguo Escudo Guayanés— lo que da origen a una combinación única de suelos, formas de vida y ecosistemas. Este encuentro de “mundos” tan distintos convierte a la Orinoquía en un territorio excepcional. Allí se encuentran desde páramos y bosques andinos hasta piedemonte, sabanas de altillanura, sabanas inundables y selvas de transición hacia la Amazonía.

Hay una forma simple de entender la importancia de lo que esto significa: la Orinoquía es como un gran puente natural que conecta los Andes con la Amazonía, permitiendo que el agua fluya, que las especies se desplacen y que los ecosistemas se comuniquen entre sí. Esta conectividad no solo es vital para la biodiversidad, sino también para las poblaciones humanas: de allí proviene buena parte del agua que se consume, se almacenan significativas cantidades de carbono en sus suelos y se producen alimentos clave como arroz, carne, cacao y marañón.

Históricamente, ha existido la tendencia de pensar, planificar y desarrollar la Orinoquía sin valorar toda la diversidad y riqueza que la caracterizan, con visiones fragmentadas, incluso opuestas. Algunos la consideran una de las últimas áreas silvestres o “regiones vírgenes” del planeta, mientras que otros la ven como la última frontera agrícola, con más de 11 millones de hectáreas de suelos agropecuarios y el potencial de servir como fuente de alimento no solo para Colombia, sino para el mundo, según explica Sofía Rincón, coordinadora de la región Orinoquía en WWF Colombia.

La Orinoquía, con un área cercana a los 347.607 km² —lo que representa el 30,43 % del área continental de Colombia— cuenta con una gran biodiversidad. La región corresponde a la cuenca del río Orinoco en Colombia, la cual comprende el 37 % de esta, e incluye los departamentos de Meta, Casanare, Vichada y Arauca, y de manera parcial, Boyacá, Cundinamarca, Norte de Santander, Santander y Huila, con un total de 178 municipios.

En la Orinoquía colombiana se han registrado 5.411 especies de plantas y alrededor de 3.000 especies de animales, entre ellos 663 especies de peces y 254 mamíferos que requieren protección, como la danta y el jaguar.

Allí habita una extraordinaria diversidad biológica, lo que convierte a esta región en un sitio estratégico para la supervivencia no solo de la comunidad de vaqueros, sino de todo el planeta.

Además, este territorio representa una de las zonas más importantes del país gracias a sus reservas de gas natural y petróleo. Pero también por sus significativos atractivos turísticos. Y es que la Orinoquía ofrece experiencias únicas para los amantes del ecoturismo, con una gran variedad de paisajes naturales y expresiones culturales.

Todas las actividades que pueden realizarse en esta zona colombiana están orientadas hacia la preservación de los recursos naturales y de los ecosistemas. Especialmente, las experiencias de turismo en sus áreas y parques naturales protegidos.

En el área natural de Sierras de La Macarena se puede realizar observación de aves en el río Caño Cristales, considerado uno de los más hermosos del mundo por la particular tonalidad que adquieren sus aguas. Los márgenes de este río conforman una especie de santuario en el que habitan 450 especies de aves.

Otra experiencia destacada se encuentra en el Parque Nacional Natural Serranía del Chiribiquete, donde es posible conocer los entornos de sabana y selva amazónica en los Cerros de Mavicure. Además, se puede tener contacto con comunidades indígenas para compartir su sabiduría ancestral.

En la Orinoquía, los ríos son los anfitriones de los aventureros. Ofrecen experiencias llenas de adrenalina con caídas impresionantes como las del raudal de Jirijirimo o las del Parque Nacional Natural Amacayacú. También hay rápidos y pozos ideales para nadar en medio del bosque o disfrutar en lancha o kayak, como el río La Miel.

En estas tierras habita el jaguar, depredador y regulador del equilibrio de las especies en la región. Este animal se encuentra actualmente catalogado en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Entre las múltiples formas de vida que alberga la Orinoquía es posible encontrar una gran variedad de especies animales como osos hormigueros, tapires, anacondas, yacarés, monos aulladores y venados.

En el Parque Nacional Natural El Tuparro, territorio libre de la presencia humana, los visitantes solo pueden ingresar con un permiso previo, para luego maravillarse con tigres mariposa, dantas, nutrias, zainos o delfines rosados. Otra de las opciones para visitar es Puerto Carreño, donde un guía acompaña a los viajeros a conocer los delfines de río mediante avistamientos respetuosos, que garantizan la protección de esta especie emblemática y en peligro de extinción.

La Orinoquía es un santuario natural, ideal para vivir una experiencia inmersiva, especialmente para quienes valoran el ecoturismo, la biodiversidad y la sostenibilidad. Sin embargo, la especialista de WWF Colombia advierte: “No podemos replicar al pie de la letra modelos implementados en contextos diferentes al de la Orinoquía para forjar su modelo de desarrollo; por el contrario, es fundamental tener en cuenta las particularidades, las necesidades y la visión de sus habitantes. En ese sentido, una de las principales lecciones es que no hay sostenibilidad sin participación efectiva de las comunidades locales. Modelos impuestos desde afuera, sin comprender el valor ecológico, cultural y social del territorio, han fracasado en generar bienestar y conservación a largo plazo”.

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