Claudia Sheinbaum, la primera presidenta de la historia de México y cuyo ascenso al poder ocurrió el 1 de octubre de 2024 como sucesora de Andrés Manuel López Obrador, expresa una y otra vez: no aceptaremos intervención extranjera alguna.
Esta semana, la mandataria insistió en la declaración tras ser interrogada en una de sus habituales conferencias de prensa acerca de comentarios de su homólogo Donald Trump, relacionados con el posible uso de la fuerza militar de Estados Unidos contra cárteles mexicanos de la droga.
“No se va a dar, porque no es necesario primero. Segundo, porque somos un país soberano y nunca aceptaríamos una intervención extranjera, y tercero porque ya tenemos un entendimiento con Estados Unidos en materia de seguridad”, manifestó la gobernante.
Ambas naciones, con una frontera común que marca hacia el sur la región de América Latina, lograron en septiembre pasado ponerse de acuerdo en dicho asunto a partir de cuatro principios fundamentales: respeto irrestricto a la soberanía e integridad territorial, responsabilidad compartida, confianza mutua y colaboración coordinada carente de subordinación.
Sin embargo, a juicios de analistas, la relación bilateral transita por uno de sus momentos más complejos, y Sheinbaum, con la revisión del T-MEC (tratado comercial que incluye también a Canadá) en el horizonte de 2026 y las amenazas de Trump, tiene el desafío de defender la independencia nacional sin vulnerar la interdependencia económica.
A juicio del ocupante de la Casa Blanca, Estados Unidos está en un conflicto armado con los cárteles de la droga, y eso, manifiesta el mandatario, justifica el uso extraordinario de la fuerza militar en tal enfrentamiento.
Mientras, la respuesta de Sheinbaum ha sido inequívoca y se ha erigido como el pilar de su política exterior, que acepta el intercambio de inteligencia y la colaboración, pero traza una línea roja ante cualquier operación de tropas estadounidenses en suelo mexicano.
T-MEC
Desde la economía, existen también las paradojas y no faltan las presiones por parte del más fuerte, aún cuando México es el mayor socio comercial de Estados Unidos y el intercambio bilateral supera los 840 mil millones de dólares.
Las cadenas de suministro, principalmente en sectores como el automotriz, están muy entrelazadas y, a modo de ejemplo, el 41 por ciento de las importaciones estadounidenses de autopartes provienen del vecino sureño, según datos divulgados por medios de prensa.
Más allá de semejantes vínculos, Trump impuso aranceles unilaterales (del 25 al 50 por ciento) sobre productos como el acero, el aluminio y los automóviles no amparados por el T-MEC.
De acuerdo con Sheinbaum, ambas economías se necesitan para poder competir con otras partes del mundo.
Así, el Gobierno mexicano ha tomado medidas que expertos describen como intentos de “apaciguar” a Washington, incluido el incremento de aranceles mexicanos a productos de China y de otros países asiáticos.
Ese proceder busca, dicen, reorientar las cadenas de suministro para fortalecer la producción regional y demostrar a Estados Unidos que México no servirá de centro de exportación para Asia.
MIGRACIÓN
Opiniones de estudiosos del tema afirman que el fenómeno migratorio entre las dos naciones está experimentando una transformación sutil, pero significativa.
El tradicional flujo unidireccional del sur al norte converge ahora con un movimiento de personas de países ricos, incluidos estadounidenses que buscan nuevas oportunidades en la capitalina Ciudad de México.
La urbe, recalcan, se ha convertido en un faro global, al atraer talento e inversión, lo que añade una capa de complejidad al debate sobre migración histórica, y aunque el traslado inverso al habitual es mucho menor simboliza, agregan, un cambio en la dinámica de poder y de percepción a nivel bilateral.
Sin dudas, México, bajo la administración de Sheinbaum, quien tuvo su primer cara a cara con Trump el último 5 de diciembre en Washington D.C en el contexto del sorteo para el Mundial de Fútbol 2026, ha optado por una diplomacia de principios claros y pragmatismo económico.
De esa manera, la presidenta defiende la soberanía como algo innegociable y protege la integración económica que favorece millones de empleos en ambos lados de la frontera con Estados Unidos.
Con una elevada aceptación ahora entre sus compatriotas, teniendo en cuenta la mayoría de los sondeos al respecto, el futuro, como siempre, será testigo de sus aciertos o tropiezos.













