Luego de 20 meses de pandemia, mi esposa y yo decidimos tomarnos unas vacaciones fuera del país. Escogimos Cuba, en primer lugar, porque nos encanta este país con toda su riqueza cultural, su historia, sus bellas playas y extraordinaria gente. Y en segundo lugar, porque es uno de los países mas seguros para hacer turismo en esta época casi postpandémica.
Cuba ha desarrollado tres vacunas en sus laboratorios: Soberana Plus, Soberana 02 y Abdala, y sus niveles de efectividad sobrepasan el 90% (muy cercanos a las vacunas Pfizer y Moderna aplicadas en Canadá). Y a la fecha, más del 90% de los 11.2 millones de cubanos han sido vacunados con tres dosis. Además, dado que el turismo es una de las más importantes fuentes de ingresos del país, hay una preocupación muy especial por garantizar que las zonas turísticas estén completamente libres del virus.
Para viajar en estos días de postpandemia, lo primero que uno tiene claro es que todas las personas que se suben al avión están completamente vacunadas, lo que en teoría hace el lugar aún más seguro que ir a un supermercado o subirse al sistema de trasporte público en Canadá. Lo segundo, es que los sistemas de ventilación de las aeronaves han sido obligatoriamente mejorados para disminuir las posibilidades de contagio, y que durante todo el viaje se debe tener puesta la mascarilla.
Ya una vez en el hotel en Cuba, todos los huéspedes tuvimos que hacernos una prueba rápida para determinar si estábamos contagiados con la enfermedad, obteniendo resultados negativos en menos de cinco minutos. Esta prueba rápida fue realizada por el Ministerio de Salud de Cuba, sin ningún costo para nosotros, para garantizar cero infecciones en las instalaciones.
Carolina y yo escogimos un hotel pequeño en Cayo Coco, de 250 habitaciones, y cuando llegamos la ocupación estaba a menos del 50%. En los días subsiguientes aumentó a poco más del 60%, una vez que comenzaron a aumentar también los vuelos desde Canadá hacia dicha zona: de 4 vuelos semanales subió a 6 por semana.
Los huéspedes se podían dividir claramente en tres grupos: turistas provenientes de Toronto, de Montreal y de Rusia. Sí, el turismo ruso es bastante alto, y según los trabajadores del hotel fue gracias a ellos que este y otros hoteles no cerraron durante la pandemia. De hecho, el menú está escrito en español, inglés, francés y ruso, y hay platos específicamente elaborados para ellos. Además, en las noches, en los conciertos en el lobby, se disfrutaba también de danza y música en ruso, además de en inglés, francés y muy poco español. De hecho, el pianista oficial empezó a incluir canciones en español en su repertorio cuando yo le pedí música de Silvio Rodríguez, las cuales él disfrutaba al igual que Carolina y yo… los rusos no creo, ¡pero a más de algún quebecua y anglófono parecía que también les gustaba!
Ir a cenar a un restaurante a la carta en el lugar es sumamente similar a ir a uno aquí en Canadá: las mesas están bastante distanciadas y hay que bajar el menú en el celular. Los restaurantes buffet funcionan más o menos igual que antes, con la diferencia de que ahora hay empleados que sirven los alimentos y muchos de estos están servidos ya en conteiners individuales.
Como en el hotel todos los huéspedes están completamente vacunados y han recibido un resultado negativo de COVID al momento de llegar, se puede andar sin mascarilla en todas las instalaciones, excepto cuando se interactúa con los empleados de recepción o de las tiendas, y cuando en los restaurantes no se está sentado en las mesas. Igual que en los restaurantes canadienses.
Depende del hotel en el que uno se aloje, pero las opciones de mariscos, pastas y carnes cocinadas en el momento es variada, siempre debiéndose usar mascarilla al instante de pedirle la elección al cocinero. Por su parte, los empleados de los hoteles andan siempre las mascarillas puestas, por regla no se las pueden quitar en ningún momento.
En prácticamente todos los lugares del hotel hay dispensadores para lavarse las manos con alcohol, y trabajadores limpiando frecuentemente mesas sillas, puertas, muebles, etc., haciendo sentir al turista sumamente protegido en medio de la postpandemia.
Tres días antes de salir para Canadá nos hicieron el PCR Test (Polymerase Chain Reaction Test for COVID-19), a un costo de US$30.00, entregándonos el resultado negativo el día anterior al viaje. Con este en mano tuvimos que llenar un largo formulario en la aplicación ArriveCAN, con lo cual nuestro ingreso a Canadá fue sumamente fácil dado que Inmigración Canadá ya tenía toda nuestra información por adelantado (pruebas de vacunación, resultados del PCR Test, etc.)
Definitivamente fue un viaje placentero y seguro, un relajamiento total en una de las playas mas hermosas del Caribe, conociendo la campiña y los lagos de la zona, y compartiendo con gente muy interesante que sí cree en la ciencia y en las vacunas. Así es que tal y como dijo el general Douglas MacArthur en uno de esos episodios discutibles de la historia, ¡Volveremos!
Al regresar a Toronto, la madre naturaleza nos recibió con una bella alfombra blanca que nos hizo volver a la realidad de inmediato, ¡pero sin dejar de pensar en lo bien que se vive a 30 grados positivos en el trópico!
Por cierto, para quienes creen que este lugar se llama Cayo Coco por la abundancia de cocos, así como lo creía yo, déjenme decirles que estamos completamente equivocados. El nombre se lo debe a la abundancia del ibis blanco que se llama localmente Pájaro Coco. ¡Pero sí, también abundan las palmeras y sus cocos!