“… se manifestó el hijo de Dios: para destruir las obras del diablo”. (Juan 3:8)
¡Maldita sea..! ¡Una y mil veces la maldigo… sin cansarme de hacerlo !
¡ Es tan grande el odio que siento por ella !
¿Por qué ?
Por haberme robado a mi papá. ¡Viejo tonto que se dejó convencer!
¿Por qué ?
Por anhelar los bienes que me corresponden y… algo más, por ser frívola y soberbia conmigo.
Son motivos por demás suficientes para lo que hice.
¡ Tantas veces la maté !
Con la pistola de un disparo certero al corazón; cuando la empujé por aquella escalera interminable y rodó hasta el final; o el día que estando desprevenida provoqué su caída desde la terraza de aquel alto edificio, donde con un grito se perdió en el vacío.
¡ Qué placer intenso !
Pero será superior ahora que estos sueños están a un paso de convertirse en realidad, y pocas horas faltan para ello.
¡ Mamá querida ! Tuviste que abandonarme…
Irte para siempre cuando más te necesitaba, por culpa de esa cruel enfermedad. Papá después se sintió desconsolado y quiso reemplazarte casándose con esta intrusa que nada significa comparándola con vos.
¡ Si supieras que te estoy necesitando más que nunca !
¡ Eramos buenas amigas ! Podía confiar a ciegas en tus consejos.
Haberte perdido siendo adolescente es un dolor difícil de llevar.
Las cosas que tendría que decirte… ¿ Te acordás de Ricardo, aquel flaco simpático que te quería cuando íbamos al secundario ?
Es mi novio desde hace tiempo, y también está en el plan para vengarte. Sí… juntos preparamos la trampa para eliminarla mortalmente… ¡ y lo hicimos para que nada falle !
Ricardo — a quien para convencerlo tuve que amenazar con dejar de tener relaciones y romper– fue quien estableció el día que tendríamos el encuentro con aquel siniestro personaje que prefiero no recordar, ni volver a ver en mi vida; y por la suma que le dí, se dispuso llevar a cabo el “trabajo”. Sí, se comprometió para hacerlo rápido, fulminante. Apostándose en una terraza y esperándola llegar.
¡ Por fin !
¡ Terminar de una buena vez con esa mujer !
Un áspero sonido la sacó de sus profundas cavilaciones en la penumbra del departamento. Recordó entonces que Luisa había quedado en venir a buscarla esa tarde.
Le dijo por el contestador que bajaba; aferró una campera que estaba sobre un sillón, y pronto estuvo en la calle subiendo en el automóvil de su amiga.
Cuando llegaron a un gran descampado, una verdadera multitud escuchaba al predicador.
A Luisa le habían recomendado la presencia del orador en la ciudad; era la palabra de Jesús para Argentina, y movida por la curiosidad le pidió a Gabriela que la acompañara.
— Dijo Jesús : “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” Mateo 18:20– leyó el perdicador en la Biblia, y agregó :– Y donde hubo guerra que haya paz, donde hubo odio que haya amor…
Gabriela comenzó a sentirse extraña en medio de la muchedumbre que aclamaba a Cristo, oía las prédicas y entonaba alabanzas.
¿ Acaso… se advertía una presencia especial inundando el lugar ? ¿Qué era realmente lo que le estaba sucediendo ? No le dio importancia, tal vez no sería más que alguna sugestión o emoción momentánea.
¡ Nadie de este mundo podría cambiar sus planes ! ¡ Absolutamente nadie!
Cuando se fueron del lugar y mientras el auto andaba, no podía dejar de oir uno de los cánticos que había quedado dentro suyo. Era una hermosa melodía… y esa frase: “Donde hubo odio que haya amor”, también seguía escuchándola.
— ¿ Qué te sucede ? –le preguntó Luisa que manejaba.– ¿ Te quedaste callada ? ¿No te sentís bien ?
Gabriela se esforzaba por disimular pero al no lograr contenerse estalló en sollozos.
Luisa se sorprendió al verla, advirtiendo que algo raro le sucedía a su íntima amiga.
Estacionó el vehículo en la misma avenida por la que circulaban, y atónita, escuchó la historia que entre llantos le relató su amiga que ya no soportaba su lucha interior.
— ¡ Es un tremendo disparate ! — estalló Luisa al oir la confesión.– ¿ Tanto pudo cegarte el odio para maquinar algo así ? ¿ Te das cuenta ? ¿ Querer eliminar a un ser humano porque no nos cae bien ?¿ Matar..? ¿ Hasta dónde llega la maldad ? ¡ Podría ser tu madre… o la mía !
Gabriela continuaba sintiéndose muy mal.
— No sé si los milagros existen…– siguió Luisa.– Pero sí estoy convencida que Dios te puso su mano para que me lo hayas relatado y hasta puedas arrepentirte; no podemos perder ni un instante, hay una vida por medio que salvar… una preciosa vida como lo son para nuestro Creador. ¡ Vamos… ya mismo ! ¡ Si es que todavía logramos llegar a tiempo !
El auto partió veloz en una vertiginosa carrera contra el demonio.
Cuando llegaron y descendieron, corrieron sin cesar por la soleada playa de etacionamiento; por la calle entre la gente, y cruzaron la avenida hasta llegar a un edificio horizontal.
Un ascensor estaba en los pisos altos, el otro no funcionaba; subieron a un tercero más pequeño.
Ascendía con una lentitud que parecía querer burlarse de la ansiedad que sentían.
Por fin, llegó.
Una puerta de madera daba a una larga galería de vidrio que siguieron tan apresuradas que Gabriela tropezó, cayendo.
Luisa le extendió su mano, y una vez que se hubo levantado la mantuvo aferrada de ella mientras corrían.
Desembocaron a una terraza desierta.
Miraron hacia distintos lados.
En uno de sus ángulos, un hombre se aprestaba a preparar un arma de largo alcance.
Desde este sitio se vislumbraban perfectamente los fondos de la casa del padre de Gabriela.
— ¡ Eh… usted, oiga ! — le gritó Gabriela con desesperación.
El hombre asustado, inmediatamente trató de esconder el arma.
— ¡ Los planes han cambiado, no tiene que matar a nadie !– siguió Gabriela.– ¡ Váyase..! ¡ Váyase!
Al recordarla, no pronunció palabra, guardó el arma, y desapareció rápidamente.
Luisa y Gabriela suspiraron con alivio.
— Querido… estuvo tu hija. Es amorosa… me abrazó fuerte, y estaba como emocionada… hacía tiempo que no la notaba así. Mañana salimos juntas a tomar el té y hacer algunas compras… ¡ Y pensar que vos creías que no me quería..!
— ¡ La nena ! — sonrió orgulloso a su esposa el padre de Gabriela que recién llegaba a la casa.
— ¡ Cuántas veces juzgamos mal a las personas premeditadamente y sin motivos; pero yo…siempre supe que tiene un corazón de oro, por algo es hija mía!