Nunca he brillado como deportista. Nunca una medalla ha colgado de mi pecho ni he alzado una copa que no sea de vino. Nunca he tenido disciplina para entrenar regularmente ni he sido parte de un equipo. Más bien he sido un “mejenguero” empedernido, como se le dice en Costa Rica a alguien que practica de manera aficionada un deporte, sobre todo el fútbol. Allá se piensa con las “patas” y casi que no se estimula otra cosa que correr detrás de una pelota. Todo el mundo es un director técnico en potencia y cualquiera, desde su sofá y con su gran panza, asegura definir mejor que el delantero que bota un gol a boca de jarro. Sin embargo, entre lo bueno que me ha traído el llegar a Canadá, ha sido una diversificación de mi repertorio deportivo. Eso me dejan ver los apuntes de mi diario durante esta estancia en Quebec, aunque también me dejan claro que hay espectáculos como el Mundial que arrojan una luz particular sobre la interculturalidad. He aquí que rescato algunas notas deportivas de finales del 2022:
«He comenzado a jugar voleibol con un grupo de franceses. Se reúnen los martes y los jueves por la tarde en las canchas del PEPS. Llevaba años de no practicar este deporte. Resulta que no soy tan malo con mis saques y todavía me acuerdo de aspectos de estrategia que aprendí en el colegio, pero con mi altura, tapar a un grandulón resulta imposible y solo miro pasar los balones como meteoros sobre la red. Regreso molido a la habitación, con un dolor conspicuo en la muñeca, pero sé que dormiré como un bebé esta noche.
»Mi amiga Juli me consiguió unas raquettes en oferta y, gracias a ello, he visitado varios parques nacionales para caminar sobre la nieve como un Jacques Cartier “tico” que viene a medir los terrenos del nuevo mundo. El río congelado, las mesas colmadas de nieve, las montañas blancas como un granizado, los árboles deshojados pero erguidos… hay una sensación mágica en recorrer esta inmensidad blanca, un poder escondido como una semilla que solo germina con el frío.
»¡La sensación de sudar cuando estás a -15 grados no tiene comparación! Me pasó cuando hice ski du fond en las plaines d’Abraham, que transformaron su verde veraniego en una gran pista de deportes de invierno. Terminé agarrotado, pero feliz, con algunas fotos que me muestran con una sonrisa capaz de vencer las horas más oscuras.
»Ayer me compré unos patines de hielo en una friperie, que es una tienda de segunda mano donde, además, se pueden conseguir abrigos de invierno buenos, bonitos y baratos. Pienso inscribirme en un curso de patinaje sobre hielo para el próximo año. Es bien sabido que el invierno trae consigo muchos casos de depresión, por lo que mantenerse activo es clave para vencer el fantasma de la libertad perdida.
»El mundial de fútbol ha comenzado en Catar a pesar de toda su polémica humanitaria. Ni la muerte de trabajadores ni los derechos humanos detienen esta maquinaria bien aceitada de adrenalina sobre el césped, de pasión en las gradas. No puedo ocultar que me despierta una gran curiosidad explorar la dinámica del mundial en las residencias. Aquí hay marroquíes, tunecinos, senegaleses, iraníes, japoneses, alemanes, belgas, ingleses, españoles, mexicanos, canadienses, sudamericanos, centroamericanos y este costarricense de perfil bajo que presta más atención de lo que habla.
»No fue tan “tuanis” mirar el partido inicial de Costa Rica en un salón poblado de españoles, con sus banderas y caritas pintadas, y que nos clavaran siete de un solo. ¡Ay, San Keylor, ya ni Diosito protege tu arco! Antes del partido, Yeltsin Tejeda andaba diciendo que el equipo venía con hambre de ser campeón del mundo… ¡Los coach de vida están acabando con Costa Rica! Ya queremos ser campeones a pura mentalidad positiva, sin la preparación ni la táctica suficiente, rechazando la disciplina y la estrategia que tan buenos frutos nos dieron cuando Jorge Luis Pinto era técnico en 2014… Al final me tiré todo el partido, sin abandonar, pero herido, sí, y solo.
»Ayer hubo un juego interesante: Argentina-México, sobre todo después de la sorpresiva derrota del primero ante Arabia Saudita. Mis amigos mexicanos estaban muy entusiasmados, pero el “gigante de Concacaf” se quedó corto de nuevo. Al final, el encuentro fue una excusa para otro deporte de talla internacional: beber. Hoy me repongo con un Gatorade como un jugador de alto rendimiento.
»Leí en un meme que Costa Rica no le hacía tanto daño a Japón desde que se inventó el “tico roll”, un sushi con plátano maduro y queso crema. Su razón tiene, pero más letal fue la zurda de Keysher Fuller. Vi los últimos 30 minutos del partido en una sala vacía de madrugada.
»He notado que los africanos tienen una gran admiración por el fútbol brasileño y llenan la sala cuando el equipo juega, aunque la “verde amarela” no esté precisamente brillando. Mi amigo tunecino Ramsey andaba muy contento porque Túnez le ganó a Francia. No pasaron de fase, pero al menos se cobraron una revancha histórica con el balón.
»Los partidos contra Alemania siempre son duros, pero llenos de goles. Por algunos minutos, los estábamos dejando fuera y a España también. Una chica noruega estaba muy consternada porque no entendía lo que estaba pasando. Ya después de tres o cuatro desmayos, el resultado se volteó para Alemania. Y bueno, fue todo para Costa Rica. No fuimos campeones del mundo, pero tampoco quedamos de últimos y le pegamos el susto al tetracampeón que quedó fuera. Mal de muchos…
»El origen de los pésimos resultados de la selección canadiense puede rastrearse en su afición: pocos sabían del mundial y no veías a ningún quebequense guardando lugar frente a las pantallas. Esta falta de ánimo se manifiesta aún con mayor fuerza en sus narradores deportivos ¡qué falta de amor y de pasión! Hasta los comentarios de Hernán Morales me parecen adrenalina pura a la par de este bostezo televisado. Se les olvidó que estaban narrando una Copa del Mundo. En fin, que el hockey es lo suyo.
»Saliendo de clases de francés, me topé con Philippe, un tico-quebequense difícil de localizar como un electrón. La fuerza del fútbol lo había detenido en los pasillos del pabellón De Koninck, donde se disponía a mirar en su computadora la tanda de penales entre Marruecos y España. Me quedé con él tirándome este dramático final, en lo que me percataba de que se nos sumaban más curiosos. Al final, todos celebramos como el buen sistema táctico y la suerte de Marruecos los hacía avanzar a cuartos de final y convertirse, sin dudas, en los animadores de este mundial.
»La experiencia del mundial ha sido divertida y muy abierta, tan distinta a mirarlo en la cápsula del propio país. No tiene precio ver los partidos en los salones repletos de personas de todo el mundo y de las más diversas lenguas mientras, fuera de la residencia, la nieve y el frío golean la realidad. Para la final entre Argentina y Francia, tuve que llegar una hora antes para guardar espacio. Mari, de Perú y Fabi, de México, llegaron a hacer barra. Estábamos nerviosos. No sospechábamos que había tantos franceses en las residencias, están colonizando de nuevo estas tierras. Los latinos y los africanos íbamos con Argentina y celebrábamos cada anotación como si fuera nuestro propio país. En este contexto, me supo bien rico que perdiera Francia y ver a Messi campeón, el título que le faltaba. Por mucho la mejor final que he visto en mi vida.
»El mundial se acabó y el año llega a su fin. Mañana me voy a pasar el año nuevo en Montreal y me siento optimista, jubiloso… ¿será que seguiré igual de activo durante el 2023?»
Repaso con nostalgia estas notas desordenadas. Fuera, la nieve cae como polvo dorado. Siento que la contramarea del tiempo viene a sacudir la nave del presente. ¿Qué tanto he aprendido en este año? Es verdad que nunca he brillado como deportista, pero sobrellevo esta etapa de mi vida con una fuerza y una convicción dignas de un medallista. Me pongo a pensar que todos los migrantes, a nuestra manera, somos campeones del mundo que nos ha tocado vivir.
Sebastián Arce
Integrante del Certificado de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Toronto