Los libros: entre la libertad y la censura

Me sorprendió muy favorablemente enterarme que tres novelistas canadienses figuren en una lista corta y estén considerándose para recibir el premio Carol Shields de ficción, creado en 2020 con la idea de apoyar a escritoras no binarias.  Se trata de Claudia Dey, Janika Oza y Eleanor Catton quienes podrían hacerse del premio de 150,000 dólares que se entregará el próximo 13 de mayo en el Centro de Globe and Mail en Toronto.

Para mi este hecho constituye una prueba de que la libertad y la tolerancia son valoradas por la democracia canadiense. Contrasta enormemente con lo que se está viviendo en Estados Unidos en donde la libertad de leer está siendo atacada—particularmente en las escuelas públicas—.

Durante el año escolar 2022 a 2023, PEN America registró 3,362 casos de prohibición de libros en las aulas y bibliotecas de las escuelas públicas. Estas prohibiciones eliminaron el acceso de los estudiantes a 1,557 títulos de libros únicos, obras de más de 1,480 autores, ilustradores y traductores.

Las prohibiciones se centran en historias escritas por mujeres, personas de color y/o personas de la comunidad LGBTIQ+ y continúan propagándose a través de campañas coordinadas por parte de una minoría de grupos y actores individuales y, cada vez más, como resultado de la presión de la legislación estatal.

«No tiene que ver con cuidar a los niños. La ley busca borrar de la sociedad a la comunidad LGTBIQ+» dijo a la radio Bio-Bio el escritor chileno José Ignacio Chascas Valenzuela, quien reside desde hace varios años en Estados Unidos y ha escrito para series de Netflix. Su obra más reciente, Un día con papá y dada, está dedicada a su hija Leonora y cuenta la historia de una niña que, como ella, tiene dos papás completamente diferentes pero muy parecidos en la forma de amar.

El autor chileno explicó que por abordar el tema LGTBIQ+, su libro no ha podido ser distribuido por el circuito escolar ni a las bibliotecas públicas de la Florida debido a la ley Don’t say gay que entró en vigor recientemente. «Es terrible ver cómo cada día que pasa se desmantela la educación pública, se intervienen universidades, brotan manifestaciones repletas de símbolos nazis, se prohíben libros, se atacan a migrantes, a personas de la comunidad LGTBIQ+, y se limitan los derechos reproductivos de las mujeres».

Se trata de un movimiento en rápida evolución para ejercer control ideológico sobre la educación pública en todo Estados Unidos. PEN America lo califica como Ed Scare y advierte que está penetrando rápidamente en escuelas, bibliotecas públicas, y en instituciones de educación superior. Los esfuerzos para suprimir la libertad de expresión son particularmente generalizados en las escuelas públicas, donde las campañas coordinadas para restringir la libertad de leer, aprender y pensar están afectando a los estudiantes de todo el país.  A través de «órdenes de mordaza educativa» y de «proyectos de ley de intimidación educativa», se permite a grupos e individuos locales desafiar los planes de estudio, las películas, las canciones, el arte, las obras de teatro y miles de libros. Miles.

La censura a los libros no es algo nuevo. Ocurrió también en América Latina en los años más oscuros de las dictaduras militares en Centro América, Argentina, Chile, para mencionar algunos países. En Chile, el 23 de septiembre de 1973, pocos días después del golpe de Estado que llevó al poder al General Augusto Pinochet, miles de libros fueron exterminados. Sus cenizas hablaron de la barbarie de esa época. Fue un claro mensaje para la ciudadanía: el que tenga en su poder libros considerados subversivos, puede sufrir encarcelamiento, tortura e incluso la muerte. Muchas personas quemaron sus propias bibliotecas.

La prohibición de libros es peligrosa y vergonzosa en una democracia. La libertad de la palabra y de la conciencia, la diversidad de las ideas y del pensamiento son imprescindibles en una democracia. Tenemos que aprender a escuchar y ser capaces de conocer y debatir ideas polémicas, desafiantes, difíciles, hasta las que cuestionan y nos hacen dudar de nuestras propias certezas. Prohibir libros no es el camino correcto.

Por eso aplaudo el premio Carol Shields y su interés en visibilizar a escritoras no binarias, para que su pluma sea conocida y valorada. A propósito de autores no binarios, en 2022 el escritor suizo no binario Kim del’Horizon ganó el Premio Alemán del Libro con su libro  Blutbuch. “Este premio no es solo para mí”, dijo al recibirlo: “Creo que el jurado también eligió este texto para tomar una posición contra el odio, por el amor, por la lucha de todas las personas que son oprimidas por razones basadas en su cuerpo”.

Ana Cristina Castañeda Sánchez
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Periodista y comunicadora