¿Cuántas semanas han pasado? Estoy en el sótano de mi casa. Se acabó el agua y la comida. Dijeron que no saliéramos de nuestros refugios y he sido obediente. Cortaron la luz eléctrica y la oscuridad me está volviendo loco. Lo peor es que no puedo escuchar la radio. No estoy enterado de absolutamente nada. No tengo noticias de mi familia. Tampoco hay avisos por los altavoces del ayuntamiento, es una situación extraña. El canto de las aves que llega hasta mis oídos me ha dado un poco de esperanza; en cambio, el ladrido de los perros me pone nervioso, ¿alguien se habrá ocupado de darles comida? Pobres animales.
Presiento que perdimos la guerra, no estábamos preparados.
Los vecinos ya no hacen ruidos, ¿habrán escapado? ¿Pero a dónde? Quizá murieron. Ayer sentí que una bomba cayó por aquí cerca. Los aviones continúan sobrevolando el área, escupiendo sus misiles. He corrido con suerte.
Quisiera entrar al departamento de al lado y tomar algunas medicinas, pero temo morir acribillado por el ejército.
La herida de la pierna derecha ya tiene mal aspecto. Quizá debería salir y buscar antibióticos en la farmacia de la esquina, ¿qué puede pasar? Está cerca, en cinco minutos estaría de regreso, además puedo caminar con la ayuda de un bastón. No creo que los soldados se atrevan a disparar contra un civil herido.
Cuando esto se acabe, tomaré una cerveza bien fría, ya hace falta. Me daré un baño en la tina, me arreglaré la barba y cortaré este asqueroso cabello.
Después buscaré a mi novia, le regalaré flores y le pediré perdón. Estoy seguro de que algún día nos casaremos, ¿dónde estará? Y si ella…
Alguien derribó la puerta principal y entró a casa. Escucho murmullos. ¿Serán enemigos? Tumbaron otra puerta, creo que es la del sótano. Están cerca. Bajan las escaleras, oigo el crujido de los peldaños. Hablan en otro idioma. Ríen.
¿Dónde dejé mi navaja?
Uno de ellos está parado enfrente de mí, sosteniendo una lámpara y un fusil. Me inspecciona. Toca mi pecho con su arma. Coloca una rodilla en el piso. No tengo escapatoria. Se cubre la nariz y la boca con un pañuelo.
—¡Aquí hay otro cadáver! —grita el soldado—. ¡Por Dios, ya está podrido!
*Servando Clemens, mexicano, de Huatabampo (Sonora), empresario; ganador del II Concurso Oscar Wilde de Cuento, organizado por Boukker, y miembro del equipo de redacción de la revista literaria Cuentos en Red (cuentosenred.com).