Arde Madrid

Lo despertó un olor agrio a goma quemada. Abrió la ventana… Madrid ardía por completo. De inmediato se dejó escuchar el llanto de su hija menor y la risa cínica de su primogénito.

No lo dudó un instante: salió de la habitación a toda carrera, bajó los escalones de a tres en tres y en menos de un minuto llegó al jardín de la casa.

El contraste de las reacciones ante el cálido evento lo paralizó. La niña, impotente ante el espectáculo, moqueaba. A pocos pasos de ella el niño reía con ganas, señalando con sus índices el llameo de Madrid.

Al ver la caja de cerillas en el suelo entendió la situación: la hora de la venganza había llegado.

Revivió entonces la escena de días atrás, cuando la pequeña, por encontrarlo desagradable y feo, descabezó a Barcelona, el muñeco preferido de su hermano.