Lilian Paratore
El polvo de ladrillo de Roland Garros, testigo de innumerables gestas deportivas, vivió esta semana uno de los momentos más emotivos de su historia: el homenaje a Rafael Nadal, el indiscutible rey del torneo parisino. Entre las miles de camisetas rojas con la leyenda “Merci Rafa” y el mosaico humano que formó su nombre en la Philippe Chatrier, el tenis entero se detuvo para agradecerle al hombre que redefinió el arte de jugar en tierra batida.
Una de las protagonistas del presente, Iga Swiatek, cuatro veces campeona del torneo y fiel admiradora del español, no ocultó su emoción al hablar del evento. “Por supuesto que hubo lágrimas. Intenté contenerme, pero lloré como dos veces durante la ceremonia”, confesó la polaca en conferencia de prensa tras vencer a la eslovaca Rebecca Sramkova. “Me alegra que todo el mundo del tenis haya tenido la oportunidad de unirse y agradecerle. Porque todos deberíamos estar agradecidos por todo lo que ha hecho. Es el mejor de todos los tiempos”.
El homenaje, realizado el domingo, incluyó un impresionante despliegue visual. La organización repartió 10.000 camisetas de color rojo ladrillo que transformaron el estadio en un océano de gratitud. Desde las gradas superiores, los aficionados completaron un mensaje gigante: “RAFA ❤️ 14 RG”, en referencia a los 14 títulos conquistados por Nadal en París.
Sin embargo, la emoción dio paso también a la controversia. Al día siguiente, varias de las codiciadas camisetas comenzaron a aparecer en sitios de reventa por precios que alcanzaban los 500 euros, provocando la indignación del presidente de la Federación Francesa de Tenis, Gilles Moretton. “Es deplorable que algunas personas se aprovechen para hacer dinero con esto, aunque no íbamos a retirar la camiseta”, señaló.
Más allá del negocio, lo que quedó fue la intensidad de un adiós que no parece definitivo, pero sí simbólico. Nadal, que sigue intentando prolongar su carrera tras múltiples lesiones, caminó por la cancha central que lo vio inmortalizar su leyenda mientras miles de voces coreaban su nombre.
Roland Garros no sería lo que es sin Nadal. Y si bien el futuro del tenis está en manos de nuevas figuras como Swiatek, el legado del mallorquín sigue grabado en cada grano de polvo naranja. “Me alegra haber estado allí”, repitió la campeona. Nosotros también, Iga. Nosotros también.










