Expertos y líderes políticos de América Latina tienen sus esperanzas puestas en que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, rompa la tendencia negativa de su antecesor, Donald Trump, en las relaciones con América Latina y el Caribe, e inicie una nueva era en esos nexos.
Biden puso en vigor inmediatamente después de su toma de posesión, más de 30 órdenes ejecutivas, la mayoría para revertir algunas políticas del mandatario republicano.
Las disposiciones cubren temas de política doméstica, y asuntos clave de las relaciones de Washington con el mundo.
En materia de política exterior, Biden restauró la presencia de Estados Unidos en el Acuerdo de París contra el cambio climático, y así revirtió la decisión de Trump de sacar al país de ese convenio en 2017 y detuvo el proceso de salida de la nación norteña de la Organización Mundial de la Salud.
Este proceso de desmontaje de las medidas de la anterior administración tiene lugar en medio de los preparativos en el Senado para el inicio del juicio político contra el exgobernante republicano, acusado de incitar el ataque contra el Capitolio el 6 de enero pasado.
El procedimiento contra Trump consumirá en las próximas semanas buena parte del tiempo de los legisladores, quienes tendrían que simultanear sus responsabilidades en este proceso con el seguimiento de las decisiones que pretende acelerar Biden y que requieren la aprobación del Congreso.
Al respecto, el equipo de Biden reconsidera las posiciones sobre Irán, y prevé aplicar segmentos de la política de Barack Obama (2009-2017) sobre el tema.
La Casa Blanca intenta reiniciar, con condicionantes, las negociaciones con la nación persa en un esfuerzo por volver a cumplir con el Plan Integral de Acción Conjunta (Jcpoa), firmado en 2015, del cual Trump retiró a Estados Unidos en 2018. Pero al parecer, este será un proceso largo.
Entretanto, los pueblos y gobiernos de América Latina tienen esperanza de que el nuevo gobernante proyecte una visión más pragmática hacia el área.
En el escenario principal de estas expectativas está Venezuela, país contra el cual las presiones de todo tipo comenzaron con el gobierno de Barack Obama (2009-2017) quien declaró que la nación suramericana era una amenaza para Estados Unidos.
A partir de ahí se desató una cadena de sanciones unilaterales llevadas al máximo por Trump.
El secretario de Estado, Antony Blinken, declaró ante el Senado recientemente su disposición a aumentar la presión sobre Nicolás Maduro, una señal de que las cosas pueden empeorar.
En cuanto a Cuba, hace apenas unos días, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, anunció que la nueva administración revisa las políticas del gobierno de Trump contra la isla. Pero expertos señalan que para llevar a la práctica estas supuestas intenciones, Biden y su equipo tendrían que desmantelar el marco legal que codifica lo que Washington denomina “embargo” y las autoridades de la isla caribeña califican de bloqueo económico contra la isla caribeña.
Esta es una tarea que en su total dimensión solo puede cumplir el Congreso, aunque el Ejecutivo tiene facultades para suavizar parte de su implementación.
‘Nuestra política sobre Cuba va a estar comandada por dos principios: el primero es el apoyo a la democracia y los derechos humanos’, dijo Psaki,
Esta aseveración para algunos expertos anuncia una probable intención de entrometerse en los asuntos internos de la nación antillana, línea que líderes del gobierno de la isla estiman es obsoleta y con poco asidero en la realidad, que en nada ayudarán a mejorar los nexos bilaterales.
Según La Habana, la futura relación bilateral deberá estar basada en el respeto a la soberanía y la autodeterminación de las partes involucradas.
En este contexto, desde la elección de Biden, los líderes cubanos reiteraron su interés en una mejor relación basada en la cooperación y el respeto mutuo.
Algunos observadores advierten que existe un nivel exagerado de optimismo en cuanto a las futuras proyecciones de la administración Biden en temas como la migración y las relaciones con la mayoría de los países, en particular de América Latina.
La administración del presidente Biden tiene prioridades que debe abordar de inmediato, según afirman sus principales voceros, y tienen que ver con sus nexos con otras potencias y países clave en la arena internacional que según la visión de Washington pudieran erosionar el papel que los principales grupos de poder norteamericanos exigen que el gobierno despliegue a nivel mundial.
Por tanto, para hacer cualquier pronóstico más o menos realista, advierten otros expertos, hay que tener en cuenta que en primer lugar para Estados Unidos están sus intereses como potencia global y su disposición indeclinable a hacer valerlos por encima de cualquier otra consideración. Después están los demás.