La crisis climática es una crisis del agua

¿Se imaginan que ustedes o miembros de su familia tuvieran que levantarse todos los días a las 4 de la mañana y caminar varios kilómetros en busca de la fuente de agua más cercana? Eso es justamente lo que hacen millones de mujeres y niñas en las comunidades más pobres de América Latina para obtener este vital líquido. El tiempo que dedican a esta tarea es equivalente a la jornada escolar de una niña en un país desarrollado lo que tiene una enorme repercusión en su desarrollo futuro.

Y esto será aún peor en la medida que las sequías sean más continuas y prolongadas y el agua se vuelva cada vez más escasa. Según el Banco Mundial, en los últimos veinte años, América Latina ha enfrentado 74 sequías que han provocado inseguridad alimentaria, millonarias pérdidas económicas en la producción agrícola y han hecho aún más difícil obtener agua segura. La mega sequía de Chile Central duró 14 años, la más larga en mil años según la Organización Meteorológica Mundial. El 60% del Uruguay está afectado por la sequía extrema. Más de 75 mil personas sufren la falta de acceso al agua potable y el acceso para los cultivos y el ganado también es limitado.

La paradoja es que un tercio de los recursos hídricos del mundo están en América Latina pero su acceso es terriblemente desigual. Alrededor de la cuarta parte de la población vive en zonas donde el agua es escasa, y más de 400 millones carecen de servicios de saneamiento seguros. Sólo el 20% de las aguas residuales de América Latina recibe tratamiento.

El Banco Mundial prevé que estas cifras aumentarán a medida que el cambio climático altere el ciclo del agua. Los glaciares andinos han retrocedido entre un 30 % y un 50 % durante los últimos 30 años, lo que pone en peligro la seguridad hídrica de las ciudades y las comunidades. Las cuencas hidrográficas se están degradando rápidamente, y el 25 % de los ríos, lagos y acuíferos están contaminados debido a la descarga de efluentes sin tratar derivados del uso municipal, industrial, minero y agrícola.

OXFAM ha advertido que en la medida que la crisis climática se profundice, las personas tendrán aún menos acceso al agua potable.  “Se prevé que el almacenamiento de agua terrestre disminuirá; el aumento del nivel del mar ampliará la salinización de las aguas subterráneas y disminuirá la disponibilidad de agua dulce para los seres humanos y los ecosistemas en las zonas costeras; y las temperaturas más altas del agua y las inundaciones y sequías más frecuentes exacerbarán la contaminación del agua”.

Para muchos lo que está detrás de esta situación es una historia de injusticia climática caracterizada por naciones ricas y contaminantes que continúan calentando el planeta, mientras que las naciones menos responsables de ese calentamiento global son las más afectadas por sus consecuencias.

Es indudable que se necesita tomar medidas urgentes por parte de los gobiernos para asegurar una gestión más eficiente y equitativa del agua, pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. La lucha por el derecho al agua de calidad es de todos y nosotros podemos aportar acciones positivas y solidarias a las personas y el planeta. El agua es un bien público y no debemos darlo por sentado.

Ana Cristina Castañeda Sánchez
+ posts

Periodista y comunicadora