La desnutrición destruye el futuro de la niñez

Recuerdo que en una reunión de periodistas centroamericanos convocada por UNICEF en 1987, el representante regional hizo una afirmación que me descolocó. Dijo muy serio a mis colegas y a mí: “Guatemala está produciendo gente tarada”. Por supuesto me disgustó muchísimo escuchar esto. Me pareció un atrevimiento, pero al mismo tiempo me desconcertó porque no me parecía la clase de afirmación que se hace sin sustento. Así que le pregunté a que se refería. Me respondió: la mitad de los niños y las niñas de tu país no podrán desarrollar todo su potencial físico e intelectual porque padecen desnutrición crónica.

Me pareció terrible, una vergüenza. Me dije ¿Cómo es posible que estemos haciéndole eso a nuestros niños? ¿Qué tipo de país y de sociedad somos al permitir que esto pase?  Decidí que desde mi trinchera lo que podía hacer era denunciar, compartir con el público una voz de alarma. Convencí a mi editor del noticiero donde trabajaba entonces y produjimos una serie de reportajes sobre el tema. Era cierto lo que me había dicho el representante de UNICEF y habían evidencias contundentes.  

Esa desnutrición, medida por un retraso del crecimiento, colocaba a los niños de entonces -ahora adultos- en una situación de gran desventaja en la vida. Su futuro pintaba oscuro, con problemas de aprendizaje y de concentración, deserción escolar, sobrepeso, obesidad y enfermedades no transmisibles, como hipertensión o diabetes en la vida adulta, y serias dificultades para insertarse en el mercado laboral, para ser un adulto productivo.

Desde aquella reunión han pasado unos 38 años, dos generaciones más, y el problema sigue sin resolverse. A pesar de haber hecho esfuerzos importantes y haber logrado una reducción de casi 10 puntos porcentuales entre 2000 y 2022, Guatemala sigue presentando un 43,5% de prevalencia del retraso del crecimiento, según un informe de la ONU titulado América Latina y el Caribe Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2023.  1 de cada 2 niños padecen de este tipo de desnutrición. Este país centroamericano, con una población de más de 17 millones, ostenta el primer lugar en América Latina y el sexto en el mundo en cuanto a desnutrición infantil.

Lo preocupante es que una vez el retraso en el crecimiento es diagnosticado, no hay marcha atrás, el daño es irreversible e irreparable. Y no solo trae consecuencias negativas para el desarrollo de las personas sino también para el país. ¿Qué hace falta para combatir y acabar con este flagelo?  Yo no termino de explicarme por qué no ha habido intervenciones más audaces y sostenidas en el tiempo para acabar con esta forma cruel de hambre y malnutrición que por supuesto perpetua el ciclo de la pobreza. Y los más afectados siempre son los mismos: mujeres, pueblos indígenas, pobres y residentes en áreas rurales.

Otros países en la región de América Latina sí han logrado avanzar significativamente.  Según el informe de la ONU, Costa Rica y Trinidad y Tobago, aunque mostraron aumentos en la prevalencia del retraso del crecimiento, en ambos la cifra se ha mantenido por debajo del 10 %.

Chile, Santa Lucía y el Paraguay destacan por tener las prevalencias más bajas de la región, todas ellas por debajo del 4 %, con cifras del 1,6 %, 2,5 % y 3,4 %, respectivamente. Esto demuestra que cuando la gente está en el corazón de las decisiones políticas, cuando la gente cuenta e importa, se puede avanzar en la dirección correcta.

Ana Cristina Castañeda Sánchez
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Periodista y comunicadora

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