La felicidad no es una quimera

Voy a dedicar este espacio para compartir algunas reflexiones más íntimas y personales. Quizás les parezca extraño. Se trata de algunas ideas que van y vienen y que quiero poner en común.

El mundo está cara vuelta. Es muy difícil ser indiferente al dolor ajeno, especialmente cuando se trata de las mujeres y de la niñez desprotegida. Los horrores que hemos estado presenciando día tras día en la televisión espantan, por su crudeza y porque ponen en evidencia los abusos del poder y la insensatez humana. Es muy fácil renunciar a ser optimista y comenzar a pensar que nada puede cambiar. No es extraño que casi 800 mil personas se suiciden cada año en el planeta, como reporta la Organización Mundial de la Salud (OMS).

No sé si a ustedes les pasa lo mismo: sufrir al ver tantas injusticias, pobreza, inmensas desigualdades y tanto dolor, y pensar por ello, e incluso, tener la convicción de que no se tiene derecho y no está bien disfrutar esos momentos de felicidad que te concede la vida.

José Saramago decía que “la alegría y el dolor no son como el aceite y el agua, sino que coexisten”. No puedo estar más de acuerdo con él.  Es cierto que, en estos tiempos de tantas malas noticias, es fácil caer en el pesimismo y olvidarnos que, aun con sus sinsabores, la vida sigue valiendo la pena y que la verdadera felicidad es hacer el bien y hacer felices a los otros.  

A mí la vida me concedió la dicha y la gran oportunidad de ser abuela, y ese regalo que me hace pienso disfrutarlo. Se que no es el caso de muchas mujeres de mi edad, que tuvieron que aceptar que sus hijas o hijos no les darían nietos y acudieron a su ingenio para reinventarse. Al fin y al cabo, como dice Javier Marías, “…cada trayectoria se compone también de nuestras pérdidas…de nuestras omisiones y deseos incumplidos […], quizás estamos hechos en igual medida de lo que fue y de lo que pudo ser”.  

Viajé a Guatemala hace poco para conocer a mi primer nieto, Matteo. Una experiencia única y maravillosa. La verdad no tengo palabras para describir lo que se siente tener a ese pequeñito entre los brazos.  Disfruté mucho esas semanas. Tiene razón Rafael Narbona “la felicidad no es una quimera, sino el estado natural del ser humano”.  

Puede ser que a lo largo de esta aventura de ser abuela tenga que sortear dificultades, el tiempo, la distancia y el desarraigo, por ejemplo, pero como lo hizo Ulises sobreviviré a estas tempestades. Nada impedirá que vea crecer a Matteo, que pueda quererlo y apoyarlo, ser una abuela cómplice dispuesta a escucharlo y a recibirlo siempre con los brazos abiertos.

Todos necesitamos un hogar que nos proteja de las inclemencias y nos brinde paz y seguridad. Ese hogar lo encontré aquí, donde estoy ahora, en los cálidos brazos del hombre con quien he compartido casi 20 años de esperanza, de luchas, y de sueños. Tiene razón Narbona cuando dice que conviene no olvidar que somos alfareros de nuestras vidas.

Ana Cristina Castañeda Sánchez
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Periodista y comunicadora