Vivir el duelo

Solemos identificar el duelo con la pérdida física de un ser querido, pero lo cierto es que hay muchas y muy variadas formas de duelo. Los cambios físicos de la adolescencia, la adultez y la vejez; la culminación de una etapa escolar o universitaria; el nido vacío tras la partida de los hijos al cumplimiento de sus destinos; un rompimiento amoroso o un divorcio; la pérdida de la patria o la partida de un amigo dejan siempre un hondo pesar que debe resolverse. No es sano esquivar el duelo; hace bien vivirlo, darle la mano y convivir con él hasta sentir que amorosamente lo vamos superando.

Yo no sabía transitar los duelos y eso que he vivido bastantes en mi vida. El más reciente, la partida de una amiga a otro país, me ha hecho mirar atrás y darme cuenta de lo acertado y desacertado que hice en cada caso, en cada duelo de mi vida. Y como darse cuenta es aprender, estoy dispuesta en esta ocasión a vivirlo, disfrutando hasta el último minuto de su compañía y haciéndole saber que la extrañaré un montón. Por eso lo escribo, lo digo de viva voz y pongo mi gratitud sobre la mesa por haber coincidido con ella en esta tierra y en esta etapa de escritura. Por supuesto que, hoy en día, las distancias se acortan por la tecnología y eso da un alivio momentáneo para los primeros tiempos. Después vendrá el momento de reencontrarse cada vez que las circunstancias lo permitan y de entender que el afecto siempre supera las distancias. Certifico cada una de estas etapas porque llevo años experimentándolas.

Antes creía que la partida era dejar atrás grandes enclaves de cariño y más nada, si acaso, el recuerdo. Hoy me doy cuenta que cada afecto compartido me acompaña siempre: en cada línea que escribo, en cada buen deseo lanzado al viento. ¡Cuántos adioses!, ¡cuántas tertulias inconclusas!

Corallys Cordero
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Integrante del Certificado de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Toronto