Entrevista a la cineasta cubana-canadiense Tamara Segura

Su documental, Seguridad, integra la competencia canadiense del Hot Docs Canadian International Documentary Festival.

“Tengo que volver a Cuba, un país cuya historia está íntimamente ligada a la mía” manifiesta la cineasta-narradora al comenzar la película, ofreciendo un indicio sobre lo que estamos por ver. Íntima y colectiva a la vez, Seguridad nos lleva de la mano del viaje que emprende una joven mujer cubana, inmigrante en una de las regiones más remotas de Canadá, al interior de su familia, de su país de origen y en última instancia, de su identidad.

Seguridad se presentará los días 29 y 30 de abril en el TIFF Lightbox y Scotiabank Theatre, respectivamente. Toda la información se encuentra en el sitio web del festival www.hotdocs.ca

Creciste en Cuba, estudiaste cine y comenzaste a trabajar en cine en Cuba. ¿Qué te motivó a emigrar a Canadá? ¿En qué medida esa migración estuvo vinculada con tu deseo de hacer cine?

-La migración estuvo ciento por ciento vinculada a mi deseo de hacer cine. En el 2010 yo estaba estudiando en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (EICTV) que tenía en ese momento un intercambio con Concordia University en Montreal y tuve la gran fortuna de ganar una beca para venir por seis meses a hacer una investigación. Era una oportunidad maravillosa y no lo pensé dos veces. Me abrió mucho los ojos sobre cine. Decidí quedarme porque me di cuenta de que el tipo de obra que yo quería hacer iba a ser muy difícil de hacer en Cuba. Hacer cine en Cuba es difícil en todos los sentidos por cuestiones económicas, de logística y cuestiones políticas. Para mí fue como un salto al vacío, decidí quedarme y probar fortuna.

¿Y cómo llegas a Newfoundland?

-Luego de dos años en Montreal, no había podido hacer mucho cine. Tenía la barrera de la lengua. La comunidad era muy grande, muy diversa dentro de sí misma y me sentí flotando. En ese contexto hice voluntariado en varias películas, pero no lograba que me pagaran y cuando me ofrecen escribir el guión de una película aquí en Terranova decidí venir sin saber ni en dónde quedaba.

Me gustaría que nos cuentes cómo nace este proyecto que es tan personal y con qué se va a encontrar el público que vaya a ver Seguridad, especialmente la comunidad latinoamericana.

-Fue un proceso lento decidir hacer la película. El primer instinto fue justo cuando mi padre fallece. En ese momento yo descubro las fotos, los documentos. Fue como el primer golpe de instinto. Soy una filmmaker que trabaja con imágenes y esta es mi herencia. Pero en ese momento no estaba lista emocionalmente para enfrentarme a un proyecto tan grande. Me tomó años tener el valor de abrir esas heridas porque iban a ser conversaciones muy difíciles con mi familia. También el riesgo de enfrentar un tema político me daba miedo. Fue un proceso que solamente fue posible gracias a la productora, Annette Clarke que me dio mucha confianza y mucho apoyo emocional y también profesional. La pandemia además me dio mucho tiempo literalmente para procesar y para experimentar con las imágenes que tenía.

Cuentas en el documental que en las fotografías de tu papá las imágenes salían superpuestas con otras. Y en tu película también hay superposiciones. Se nota el trabajo que hay detrás, que todo está pensado y trabajado. ¿Cuánto tiempo te llevó desarrollar este proyecto? Hay algo muy artesanal tanto en el guión como en la forma.

-La palabra artesanal es una muy buena forma de describir la película. Está casi hecha a mano, porque literalmente la hice sentada en mi cama con mi computadora. Probando imágenes con imágenes. En ese momento yo estaba haciendo mi maestría de cine en York  University en Toronto. La pandemia me había forzado a usar imágenes de archivo porque en ese momento no podíamos salir a filmar. Entonces lo que tenía a mano eran las fotos de mi familia, ese mismo material con el que empecé poco a poco a experimentar. Durante dos años de pandemia logré sacar secuencias completas que todavía no estaban integradas a la película pero que ya tenían una forma dentro de sí mismas. Lo que faltaba era filmar las entrevistas en Cuba. Pero sí, mucho tiempo y mucha dedicación.

Estuviste distanciada de tu padre pero él tenía una cámara fotográfica y un laboratorio casero. ¿Fue ese tu primer contacto con las artes visuales? ¿Sentís que tu vocación de cineasta fue inspirada por él?

-Realmente nunca lo supe conscientemente. Me di cuenta más adelante cuando descubrí su legado como fotógrafo. Esas fotos fueron tomadas cuando yo era muy pequeñita. De muchas ni siquiera recuerdo la interacción con la cámara o con él. Pero sí, evidentemente, algo en mi subconsciente me atrajo mucho hacia la cámara como elemento narrativo. Desde niña siempre me gustó mucho contar historias, leer. Contar historias para mí es una forma de autoconocimiento y  de espiritualidad. Él también era pintor, de hecho hacía cuadros, le interesaban mucho las artes visuales y mi hermana es artista. Entonces me imagino que ese es el factor común. Me gustó mucho la participación de mi hermana. Hay una canción que ella compuso completamente y que canta. Incluso mi sobrina al final baila.  Fue muy bonito, una experiencia muy sanadora.

Trabajas con archivos históricos. ¿Te fue sencillo conseguirlos?

-Esa era una gran preocupación porque los archivos pertenecen al gobierno cubano, al Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), que fueron los que produjeron los newsreels (cortos documentales de noticias). Pudimos conseguirlos a través de Francia porque hace unos años Francia hizo una colaboración de restauración y pidió restaurar esos archivos que son considerados patrimonio histórico y realmente son maravillosos. Y gracias a ese intercambio de restauración, ellos también comparten los derechos de autor. A través de ellos fue que los pudimos licenciar. No se hubiese podido contar la historia sin esas imágenes.

-Tienen muy buena calidad

-Sí. Están muy bien conservados. Son horas y horas de material. No sé exactamente cuántos gigabytes de material en HD de los archivos del ICAIC, que son la memoria histórica de una era. Realmente son muy impresionantes y están hechos por los grandes cineastas cubanos como Fernando Pérez, quienes estaban iniciándose en el cine. Y fueron sus primeros trabajos como cineastas. Pero se nota que hay una mirada artística porque no son simplemente noticias. Hay un montaje, la forma del encuadre. Son muy, muy artísticos.

¿Cómo comenzaste a trabajar con el National Film Board? ¿Cómo fue trabajar con ellos en idioma español?

-Mi trabajo con la National Film Board empieza hace diez años. Ellos produjeron el primer cortometraje que hice en Canadá, en Newfoundland (Song for Cuba, 2014). Ese fue un primer acercamiento a la temática cubana en la lengua española. No hay diálogo en la película, pero la música está en español. Es una pareja de inmigrantes latinos cubanos. Luego para el documental la relación con la productora Annette Clarke había crecido mucho. Ella me tenía mucha confianza como directora. Y es una persona muy curiosa sobre otras culturas, otros idiomas y nunca tuvo ningún reparo en explorar la historia, a pesar de que no fuera su idioma e incluso aprendió  español en el proceso de hacer la película. Luego logré trabajar con la editora Andrea Henriquez que es chilena. Todo el material, todas las entrevistas estaban en español y trabajar con la editora fue una bendición, porque ella entendía no sólo el idioma, sino también las sutilezas de la cultura. Eso le dio mucha vida al proyecto. La diseñadora de sonido también habla español perfectamente. Tuve un equipo súper hispánico.

Recién llegas del estreno mundial de Seguridad en el Festival de Cine de Miami. ¿Cómo fue ese estreno? ¿Cómo recibió el público la película?

Fue súper hermoso. Fue una experiencia muy catártica porque siento que es el público que mejor puede entender todas las capas de la película. Creo que la película se va a entender por capas en dependencia de cuál es el background de la persona. Muchos entenderán la situación familiar porque todos tenemos familia en todas partes del mundo. En Latinoamérica tal vez llegue a una capa de emoción porque culturalmente somos muy parecidos, pero ya la especificidad de ser una audiencia cubana en el exilio lo hizo mucho más relevante. Hubo muchas emociones mías y de la audiencia, muchas lágrimas, muchas historias. Al final muchas personas se me acercaron a compartir sus historias también. Y eso para mí es el cine. El cine es ese momento cuando logras conectar con tu audiencia.

Vanesa Berenstein
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Encargada de Programación del Festival de Cine Latinoamericano de Toronto (LATAFF)

Investigadora en MAP Centre for Urban Health Solutions, St. Michael's Hospital, Unity Health Toronto