A punto de viajar a Toronto para el estreno mundial de su primer largometraje, MAMA, la cineasta ecuatoriana Ana Benítez concedió una entrevista virtual a El Correo. Su documental narra en primera persona el recorrido íntimo de la realizadora, quien a sus 36 años enfrentó un diagnóstico de cáncer de mama avanzado. Con la cámara como compañera y testigo, Benítez atraviesa un proceso de sanación y reflexión que da forma a una obra valiente y necesaria. La película, además, funciona como un llamado de atención sobre la importancia de la detección temprana en mujeres jóvenes, y como un espejo que invita a repensarnos como sociedad y a cuestionar el rol que se le asigna a la mujer.
“Yo pensé que se tenía que estudiar para ser cineasta, y como no teníamos los recursos —era inasequible para la economía de mi familia—, no estudié cine, pero siempre estuve ligada al audiovisual. Siento que desde pequeña, de alguna manera muy innata, estuve vinculada y me enrolé desde la producción, sobre todo en la publicidad”, cuenta Benítez al consultarle sobre sus comienzos. “Ahora que lo reflexiono, la cámara siempre ha estado en momentos en que la utilizo para no sentirme sola”, reconoce.
“En realidad, yo no empecé a grabar con la intención de hacer un documental. La única razón por la que llevé la cámara fue porque mi primera quimioterapia coincidió con la primera semana de confinamiento en Ecuador por la pandemia, y no dejaron ingresar a ningún familiar al hospital. Entonces decidí llevar la cámara conmigo para sentirme acompañada de alguna manera. Después, al ver el material, me di cuenta de que iba más allá de un simple registro personal o de un diario fílmico. Vi que había muchas cosas que contar alrededor del cáncer de mama, y sobre todo, del cáncer de mama en mujeres jóvenes”, cuenta la cineasta, profundizando en su decisión de encarar este proyecto.
MAMA tiene muchas capas: es una reflexión profunda sobre la vida, la muerte, la relación con nuestro cuerpo, el amor, los vínculos familiares y de pareja, el respeto por una misma, el placer y el dolor. “Sí se habla del cáncer de mama, pero siento que el enfoque no es el adecuado”, sostiene la cineasta. Y ejemplifica: “Yo siempre veía el lazo rosa, por ejemplo, del cáncer de mama y octubre, cuando las marcas se visten de rosado. Pero al estar en un proceso como este, me di cuenta de que es muy confuso poner color rosado como color que representa esta enfermedad porque siento que el cáncer en general es un proceso que de rosa no tiene nada. Es todo lo contrario. De cierta manera, es evadir conversaciones importantes y necesarias.” Desde su experiencia, cuestiona el uso de una estética que, según dice, “embellece esta enfermedad a tal punto en que la mujer no debe quejarse porque es una enfermedad rosa.”
La cámara entra a la sala de quimioterapia, donde Benítez descubre que muchas mujeres son abandonadas por sus compañeros durante el tratamiento, y comienza a preguntarse: “¿Qué pasa cuando la cuidadora tiene que ser cuidada? ¿Y por qué este rol de cuidado se delega principalmente a la mujer? La mujer es la que tiene que cuidar, la mujer es la que tiene que estar bien… ¿Pero qué pasa cuando la mujer, la valiente, la que hace todo, la guerrera, necesita ser cuidada? A mí me pasó también y por eso lo puse en el documental, pero también humanizo el hecho de que no sabemos acompañar. De qué manera crecemos con esta idea de que la mujer cuida y el hombre tiene que ser cuidado.”
-La película registra ciertos comentarios de los médicos que resultan tristemente familiares y que asocié con las microviolencias que enfrentamos muchas veces y que creo que en este caso están enmarcadas en el patriarcado, en no respetar el deseo de la mujer, en este caso viniendo de la institución médica. ¿Cómo te has sentido frente a estos comentarios durante el tratamiento?
-Violencias hay muchísimas, empezando desde la parte médica y terminando con la gente que te quiere y que no puede calcular la violencia de sus palabras. No entendemos el impacto que pueda tener nuestra palabra frente al otro. De esos ejemplos hay millones. Pero empecemos con la violencia que hay en el hecho de que no existe un método de detección temprana para el cáncer de mama. En pleno siglo XXI tenemos misiles que alcanzan de un país al otro a un punto justo pero no tenemos un método de detección temprana del cáncer de mama. Tenemos la mamografía, pero se indica recién a partir de cierta edad. ¿Qué pasa con las mujeres de 20 y 30 años? Las mujeres estamos muriendo en este sector y nadie dice nada. Que por lo menos este documental sirva para que se diga qué está pasando.
-¿Cuán difícil fue filmar en el hospital, porque están las enfermeras y hay otros pacientes? ¿Cómo fue ese acceso?
– Al inicio estábamos en pandemia y no había forma de obtener permisos, yo solo llevé la cámara. Me pareció súper lindo lo que fue pasando con el tiempo con las personas que acompañan en la medicina. Se ve en el documental cómo, al principio, los enfermeros y las personas decían: “no tienes que filmar”. Y luego, al final, termino ya con el enfermero teniéndome la cámara, o filmándome, o esperando a que tome la foto. Eso me parece tan lindo, y ojalá también se pueda ver. Ahora voy a ver si realmente mi mirada se logra transmitir al público. Es el estreno mundial, en Hot Docs. Lo acabo de terminar; de hecho, hace un mes volví de Chile, donde hice la posproducción.
También es una carta de amor absoluta, confiesa Ana Benítez sobre su película. “Yo siento que está dirigido más hacia las personas comunes y corrientes, las que, de cierta manera, puedan cuestionarse y decir: ¿de qué manera puedo acompañar los procesos que está atravesando mi amiga, mi vecina, mi madre, mi compañera, mi futura amiga? ¿De qué manera plantearnos cómo acompañamos en un mundo tan individualista?”
*Vanesa Berenstein es la Encargada de Programación del Festival de Cine Latinoamericano de Toronto (LATAFF) y curadora del área de cine de Inspirad@s


Vanesa Berenstein
Encargada de Programación del Festival de Cine Latinoamericano de Toronto (LATAFF)
Investigadora en MAP Centre for Urban Health Solutions, St. Michael's Hospital, Unity Health Toronto