Li Cham cuenta la historia de las mujeres de la familia de la directora. Pero no es solo una historia personal: es también una memoria compartida, una historia sobre una comunidad y sobre mujeres sometidas a los roles de género que les fueron impuestos. Mujeres que supieron encontrar el resquicio que les ofreció el movimiento zapatista para reclamar sus derechos y su autonomía, y hacer posible que las generaciones siguientes accedieran a esos derechos conquistados.
El primer largometraje documental de Ana Ts’uyev que tuvo su estreno canadiense en el Festival Hot Docs les da voz a esas mujeres. La cineasta encuentra una forma potente de amplificar sus voces a través de una decisión estética y narrativa: en lugar de mostrarlas hablando directamente a cámara, opta por registrar sus testimonios en audio mientras las imágenes revelan sus manos en el trabajo, sus cuerpos en movimiento, sus paisajes cotidianos. El resultado es una cinematografía de gran belleza que da cuerpo y presencia a esas palabras.
Ts’uyev nació en una comunidad maya tsotsil en el estado de Chiapas en 1997, año marcado por la masacre de Acteal, en la que 45 integrantes de la comunidad tsotsil —en su mayoría mujeres y niños— fueron asesinados por un grupo paramilitar mientras rezaban en una ermita del municipio de Chenalhó. Sus padres pertenecían a la organización zapatista. “Cuando venimos de una comunidad, siempre tenemos esa lejanía de la tecnología. Sin embargo, se estableció un campamento donde llegaban extranjeros, periodistas, fotógrafos… y entonces, mi acercamiento hacia las cámaras fue desde que yo era pequeña”, recuerda.
“En Chiapas no hay una escuela pública de cine, pero en mi condición económica y social, estaba consciente de que eso estaba lejos para mí, así que estudié una carrera más cercana: comunicación intercultural en la Universidad Intercultural de Chiapas, y ahí empecé mis prácticas de fotografía. Me tocó hacer periodismo, radio, televisión. Tuve la oportunidad de que la escuela me mandara a un intercambio al Estado de México, a una escuela enfocada en cine documental. Ahí empecé a explorar todos los géneros.” Y reflexiona, “Cuando sales de tu comunidad, empiezas a ver el otro mundo, a vivir el otro mundo, pero también empiezas a cuestionar las prácticas de tu comunidad, de tu cultura, los usos y costumbres, el contexto social”.
Estar lejos de su comunidad no solo le abrió una nueva mirada, también despertó preguntas profundas sobre su historia, sus raíces y el lugar de las mujeres en ese entramado. “Hay un fondo que se llama ECA, destinado para realizadores de pueblos originarios y afrodescendientes. Y empiezo a postularme, y quedo seleccionada. Cuando te seleccionan, te dan formación en diferentes áreas: guión, producción, dirección, fotografía, sonido. Empiezo a formar un equipo que tenga un fotógrafo, sonidista, asistentes.”
-¿De dónde provenía todo este equipo?
-Afortunadamente, ya había realizadores acá en Chiapas que se formaron en otros momentos, en otras épocas. Mi fotógrafo es tsotsil, mi sonidista es tzeltal, de la misma comunidad. De mi equipo en la etapa de producción, la mayoría son de pueblos originarios. Somos de una comunidad, y creo que eso ayudó a que tuviéramos esa misma mirada, esa misma visión, esa misma perspectiva, ese mismo cuestionamiento de nuestra comunidad. Ahí se formó el equipo, y me fui formando mientras también empecé a hacer la película.
-Me gustaría que me cuentes un poco sobre la temática de la película y qué buscabas transmitir con esta historia. Inicialmente partiste de una reflexión sobre los roles de género, pero luego fueron apareciendo otros temas. ¿Cómo se fueron sumando esas nuevas capas al relato?
-Li Cham es la historia de mi mamá, de mi tía y de la esposa de mi primo. Son tres mujeres tsotsiles que comparten un pasado en el zapatismo y un presente en el café, y en la historia se aborda todo tipo de violencias que ellas han atravesado en sus vidas. Cuando yo empiezo a trabajar con ellas, se fue profundizando el tema. Al principio era cuestionar los roles de género, pero en este caso fui profundizando en los usos y costumbres de la comunidad, de la cultura tsotsil, porque al nacer mujer te empieza a condicionar una vida llena de límites. Tu máxima aspiración como mujer es atender a tu esposo, a tus suegros, a tus cuñados. No tienes libertad de salir de tu comunidad ni de aspirar a una profesión, sino quedarte en el campo para casarte. Tampoco tienes derechos sobre terrenos o propiedades porque eres mujer, no tienes la capacidad para trabajarlos. Para ninguna de ellas el sueño era quedarse en la comunidad. Cuando llega el zapatismo, es ahí donde descubren sus derechos. El zapatismo llega con un discurso y una ideología de equidad de género, rompiendo con los usos y costumbres, con los estereotipos, y las mujeres encuentran un espacio donde toman fuerza al darse cuenta de que tienen derecho a tener propiedades y tierras, derechos que antes solo los varones tenían.
-¿Cómo fue el proceso de trabajo?
-Trabajé con las tres protagonistas por separado porque quería que el trabajo fuera muy orgánico, que ellas compartieran lo que sienten o desean compartir y que tomaran el espacio del cine para desahogar lo que culturalmente no se puede hablar ni cuestionar, debido a los tabúes. Sabía que mi mamá había perdido tres embarazos antes de tener a sus otros hijos -Somos seis hijos, tres varones y tres mujeres-, pero lo mencionaba a la ligera, sin entrar en detalles. Fui trabajando con ella que se soltó por primera vez, compartiendo con detalles las violencias que había vivido con mis abuelos, con mi papá, y la forma en que perdió sus embarazos.
-Pudiste salir de la comunidad para estudiar, hiciste un quiebre y decidiste hacer cine y comunicar.¿Reflexionaste sobre las diferencias entre tu experiencia y la de tu mamá y tu tía?
-Sí, de hecho, en la película también salgo al final, pero siempre se deja claro desde un inicio que la hija está haciendo el documental gracias al zapatismo, gracias a la lucha de las mujeres y, sobre todo, a mi mamá, que defendió nuestro derecho a que saliéramos a estudiar. Y también que ejerciéramos las carreras que quisiéramos. Esa es la reflexión que recorre toda la película: que, a pesar de las adversidades, a pesar de las violencias que ellas atraviesan, se genera una esperanza para la vida de sus hijos y para las nuevas generaciones. Porque también muestra ese sueño que es posible y que la lucha colectiva es posible.

*Vanesa Berenstein es la Encargada de Programación del Festival de Cine Latinoamericano de Toronto (LATAFF) y curadora del área de cine de Inspirad@s
Vanesa Berenstein
Encargada de Programación del Festival de Cine Latinoamericano de Toronto (LATAFF)
Investigadora en MAP Centre for Urban Health Solutions, St. Michael's Hospital, Unity Health Toronto