En búsqueda de la felicidad

Cuando era niña, solía cerrar los ojos y dejar que mi imaginación volara. Me perdía en mundos “perfectos” donde siempre podía tener aquello que me hacía sonreír. Durante mi adolescencia, hubo un periodo en que la costumbre de vivir soñando se hizo tan recurrente, que pasaba gran parte de mis días encerrada en mi propia imaginación. Soñaba con una felicidad continua, con un mundo ideal en el que estaría rodeada de amor y tendría reconocimiento, ropa hermosa, lujos y dinero que pudiera complacer cualquier deseo.

Mi mundo imaginario era mi ruta de escape cuando el mundo real se volvía incomprensible, insoportable y agobiante. Por años añoré encontrar “eso” que me haría feliz para siempre, como si lograr la felicidad fuera una especie de carrera, y que, al llegar a la meta, olvidaría cualquier causa de tristeza. Me decía que, si lo lograba, entonces mi vida sería como los finales de los cuentos de hadas que tanto amaba cuando era una niña.

Conforme pasaron los años, empecé a apreciar lo que me rodeaba y a escaparme menos a un mundo imaginario. De esa manera, muchas de las creencias que durante años construí se esfumaron.

Una noche muy reciente, mientras me encontraba sentada en el comedor de mi casa haciendo la sobremesa, mi hijo y mi marido comenzaron un juego simple que los hacía reír a carcajadas. Sus risas resonaban por toda la pieza y pronto me contagiaron. Sin siquiera percatarme empecé a sonreír con ellos y a disfrutar de su alegría. Fue en ese preciso instante en que por primera vez fui consciente del sentimiento de bienestar que me embargaba. Me detuve a disfrutar de la plenitud que sentía y le di la bienvenida a la felicidad que tocaba a mi corazón. Miré a mi alrededor y no había el reconocimiento, ni los lujos con los que tanto soñé cuando era joven, más sí estaba rodeada de amor.

Estoy consciente de que ese sentimiento de felicidad que sentí en ese instante será, en ocasiones, reemplazado por tristeza, cansancio, frustración y toda una gama de emociones, pero eso no cambiará el hecho de que por un momento fui plenamente feliz.

Tania Farias
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Integrante del Certificado de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Toronto

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