Un país multicultural

Son las ocho treinta de la mañana un día a mitad de semana. El clima, con la llegada de la primavera, se vuelve cada vez más benévolo permitiendo cortos encuentros entre padres de familia en el estacionamiento de la escuela después de dejar a nuestros pequeños. En una conversación, quizás banal, de repente soy consciente de la situación tan especial en la que participo: A mi lado se encuentra una mamá canadiense, de origen libanés, quien con su familia regresó hace poco al país de la hoja de maple después de haber vivido en Líbano por diecisiete años. Al lado de ella, una mamá suiza  de origen griego y que ha vivido aquí por casi diez años ríe alegremente con el intercambio de ideas; una francesa se une a la conversación. Otra canadiense, también de origen griego, empieza una discusión sobre las tradiciones familiares y las dificultades de adaptación que tuvo en su infancia como primera generación de inmigrantes al crecer en el país. Todas concordamos con su historia pues al ser también hijos adoptivos de esta tierra comprendemos de alguna manera u otra su experiencia aunque no hayamos vivido exactamente las mismas circunstancias. Poco después, un papá de origen sirio se detiene para saludarnos. Se cuela a la conversación un viaje que realizó en los días precedentes hacia la costa oeste del país; nos habla maravillado de todo lo que desde hace apenas algunos años ha descubierto en Canadá.

Al escucharlos hablar, cada uno aportando su equipaje cultural, me doy cuenta de la suerte que tiene mi familia al vivir en una ciudad como Toronto donde la multiculturalidad es parte del cotidiano. Rodeada de personas tan distintas, pero al mismo tiempo con tantas similitudes, se despierta mi conciencia y pienso en cómo yo misma, fui ajena al resto del mundo fuera de mi país hasta tarde en mi infancia o quizás a principios de mi adolescencia. Para alguien como yo que creció en una pequeña ciudad en el oeste de México donde ver a un extranjero paseando por las calles era algo extraordinario, de la misma manera que escuchar un idioma distinto al español, estar allí en medio de tal riqueza cultural, me hace sentir especial y no puedo evitar seguir con embeleso todas esas historias venidas de diferentes partes del mundo.

Mirando al grupo en que me participo me siento agradecida; por gente como ellos, y a tantos otros inmigrantes que han cruzado mi camino en Canadá, he podido observar el mundo desde perspectivas diferentes a las mías que me incitan a tratar de entender otros puntos de vista aún cuando a veces parezcan tan opuestos al mío.

El timbre para el inicio de clases ha sonado y mi atención se va hacia  a los niños detrás del cancel en el patio de la escuela. Todos se forman para entrar a sus salones. Pienso en mi hijo y me hace feliz el saber lo afortunado que es al estar expuesto, desde su corta edad, a este ambiente multicultural y multilingüístico lleno de sabiduría y aprendizaje.

Tania Farias
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Integrante del Certificado de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Toronto