En Navidad recibí como regalo un día en un SPA. La idea me pareció ingeniosa pero no estaba segura de que fuera un buen regalo; no soy muy aficionada a este tipo de lugares. Luego de varios meses decidí hacer la reservación para ir con mi esposo, aprovechando el fin de semana largo que estaba por llegar. La confirmación fue sencilla más me extrañó la recomendación de llevar un buen libro. La vía para llegar al lugar fue hermosa y a solo dos horas de distancia.
Al llegar noté que las instalaciones estaban en medio de la nada. Una señorita muy agradable con una amplia sonrisa nos atendió en la recepción a la entrada externa, la cual estaba en medio de árboles altos, sombra y brisa fresca. Lo primero que me llamó la atención fueron sus indicaciones. No se puede tomar fotos a partir de la entrada. Manténganse en silencio. Había que respetar la tranquilidad y la paz de los asistentes.
Al llegar a la recepción interna, nos ofrecieron toallas, un brazalete para abrir el estante donde debíamos guardar la ropa, joyas y cualquier pertenencia. El impacto vino cuando nos indicaron que los teléfonos celulares debían también ser guardados en el gabinete. Mi primer pensamiento fue, ¿cómo puedo sobrevivir cuatro horas o más sin teléfono, sin internet y sin redes sociales? Me estaban despojando de mi fiel compañero. La tecnología nos ha envuelto de tal manera que creemos no soportar estar sin ella, ni siquiera para disfrutar de unas horas de relax, una lectura amena y paz.
Les cuento que, entre piscinas de agua caliente, de agua fría, sauna de vapor, sauna seca y zona de relax en unas cómodas hamacas, las horas se fueron volando. Entendí la sugerencia de llevar un libro. Logré terminar el libro que había abandonado por semanas y que resultó interesante, con un final que aún días más tardes seguía disfrutando. Al final de la jornada nos dimos cuenta de que habíamos pasado un día hermoso, sin estrés, y sobre todo alejados de la cotidianidad. Pudimos descansar de la tecnología y hacer cosas diferentes más allá de estar metidos en las redes sociales. La oportunidad de compartir en silencio, leer, respirar el aroma de la naturaleza y sentir el calor del sol sobre una piel que no tiene nada mejor que hacer que disfrutar del día, no tiene comparación.
Aprendí que podemos tener una jornada diferente, y me sentí libre. El relax fue total.
Glennys Katiusca Alchoufi
Integrante del Certificado de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Toronto