Cuando se piensa en un miembro de la familia que es consentido, que puede hacer desorden, que a todos saluda, que nunca se enoja y que siempre está contento de ver a su familia, estamos hablando sin dudas de un perro. Esa bola de pelos brinca por la casa, ladra, babea y además nos hace felices. A quién su cachorro no le ha destrozado las pantuflas, mordido los muebles, orinado la alfombra y paremos de contar, pero es un encanto cuando mueve la cola con alegría sin parar cada vez que regresamos del trabajo. Él nos mira como si nosotros fuéramos lo máximo, sus héroes, y cuando estamos enfermos se acuesta a nuestro lado para hacernos compañía, para darnos consuelo y mostrarnos su afecto. Los perros son seres leales, cariñosos, pero de corta duración. Por lo que debemos aprender a que ellos normalmente se van primero.
Por otro lado, estamos los que tenemos otro miembro de cuatro patas, ese que nos mira de arriba a abajo, al que le tenemos que sobornar para que se deje acariciar, el que exige un espacio y privacidad. Los que tenemos un gato. Ese ser de pelaje suave, ronroneo musical, que nos calienta las piernas porque le encanta saber que eres su cojín favorito. Ese que más que ser de tu propiedad parece que es al contrario. El gato es tu dueño. Se puede enojar contigo y mostrarte la fría indiferencia. Se deja querer cuando quiere, se deja acariciar si él es quien lo pide. Le molesta que te visiten y si tus amigos se pasan de la hora de dormir se encargará de mostrarle su enojo y casi enseñarles la salida. Se esconde para disfrutar de su soledad y no lo puedes molestar porque se pone de mal humor. Te puede abrir la alacena de la cocina o tirar al suelo los objetos pequeños que dejes en la mesa. Para jugar cualquier liga o plástico es perfecto, pero ¿a qué hora lo hace? En la madrugada, cuando estás en la etapa del sueño más profundo. Es en esas horas en que empiezas a escuchar el corre corre entre la sala y otras dependencias de la casa. Si se te ocurre levantarte, te mirará con esos ojitos que destellan dulzura y si le quitas el objeto de su diversión , al cabo de un rato, buscará otra cosa con que armar su fiesta.
A pesar de todo, nos alegran los días, nos ganan el corazón. Puedes tener muchos gatos o perros, pero cada uno dejará su rinconcito en tu corazón para siempre.
Glennys Katiusca Alchoufi
Integrante del Certificado de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Toronto