Como trates a tus ancianos, espera ser tratado cuando te llegue el turno.

Cuando las personas llegan a una edad para ser considerados ancianos, tomando en cuenta que no es el número de años, si no la condición física que se tenga, ahí es donde empieza el verdadero reto para sus cuidadores. Los hijos que, en muchos casos son las personas que se hacen cargo de su atención, deben demostrar la paciencia, tolerancia y sobre todo el amor que tienen que sacar a flote para cuidar de ellos.

Que el anciano repita veinte veces la misma historia al igual que los niños pequeños, que te cuenta el mismo chiste, que le duela hasta la forma de pensar, que se olvida de lo que desayunó, eso es lo más común en la mayoría de las ocasiones. Es en ese el momento cuando debemos recordar que nos repitieron las letras del abecedario hasta que logramos aprender a leer, las noches interminables al borde de la cama con pañitos de agua fría para bajarnos la fiebre, la moneda debajo de la almohada para que el ratón Miguelito se llevara ese diente de leche, las veces que sostuvieron el manubrio en nuestros intentos por aprender a montar bicicleta, los ratos bajo el sol mientras disfrutábamos del parque, cuando sentados al borde de la piscina vigilaban que no tragáramos más agua de la tolerable. Y sería innumerable mencionar las muchas ocasiones en que ellos nos demostraron paciencia, tolerancia y amor. Todo en la vida es un círculo y los que antes éramos niños, con el tiempo seremos los ancianos del mañana.

Debemos recordar que si cuidamos de nuestros padres, así como ellos  cuidaron de nosotros, de la misma manera enseñamos a nuestros hijos a que sean amorosos, tolerantes y pacientes. Cuando seamos nosotros los que no recordemos las cosas sencillas del día a día, cuando comer sea difícil porque nuestros dientes estén gastados, nuestros ojos vean a medias y caminemos con paso lerdo y agarrando las paredes por falta de balance, en el momento en que las enfermedades nos desgasten hasta el alma y los dolores sean el pan diario, en ese momento evaluaremos si tratamos a nuestros ancianos como nos tratan a nosotros.

Nadie permanece eternamente joven. Hay que verse en el espejo para ver pasar el tiempo, no hay mejor forma de contemplar el futuro que conociendo la historia pasada. Mi abuelita decía:“Donde tú estás yo estuve y donde yo estoy tú estarás, si Dios te lo permite”

Aprovechemos la sabiduría que da la experiencia y aprendamos a ser nobles, como en algunas culturas asiáticas, donde los ancianos son vistos como seres que hay que respetar, querer y proteger. Copiemos lo bueno de otras culturas y brindemos honor a nuestros adultos mayores.

Glennys Katiusca Alchoufi
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Integrante del Certificado de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Toronto

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