Las mujeres latinas siempre ha sido un ente político que ha ganado muchas luchas, y las migrantes que llegan aquí han demostrado tener un bagaje cultural y una experiencia de vida que les permiten salir adelante en “un país que te quita los sueños”, por el costo emocional que conllevan los procesos migratorios. Sin embargo, ese empuje no debe quedarse en lo individual, sino trascender a lo colectivo para beneficio de la comunidad.
De esta manera se expresó Loly Rico, Directora Ejecutiva del Centro de Refugiados FCJ, al ser consultada sobre su trayectoria de más de 30 años apoyando la integración y la creación de un entorno seguro para poblaciones vulnerables conformadas por refugiados recién llegados y mujeres víctimas de abuso en la ciudad de Toronto.
-Y es que cuando un migrante logra salir adelante no debe parar, sino seguir empujando a los que vienen detrás para fortalecernos como comunidad. Las mujeres latinoamericanas somos guerreras porque lo traemos en los genes. Históricamente fuimos conquistados, no colonizados, porque lo peleamos. Tenemos que sacar el guerrero que tenemos dentro, participar en actividades comunitarias, hacer trabajo voluntario en lugares de impacto donde se pueda hacer un cambio, aumentar la actuación cívica y, muy importante, respaldar el trabajo de las mujeres que están apareciendo en la esfera política del país y procuran beneficios para la comunidad.
Con base en su experiencia, Rico advierte que uno de los mayores desafíos de la comunidad latinoamericana en Canadá pasa por superar el rezago cultural del patriarcado que podría incidir en la disminuida participación de las mujeres dentro de la sociedad; así como el bagaje político y el sistema capitalista propio de nuestros países de origen, que incentivan el individualismo y dificultan la unión y solidaridad necesarias para fortalecer este segmento poblacional.
Por otra parte, aun cuando se manifiesta a favor de “si las mujeres gobernaran el mundo, estaríamos en una mejor posición”, Rico refirió que la equidad de género nos permitiría mejorar como sociedad pues “los que se identifican como hombres deben reconocer que se les ha dado demasiado poder y eso debe cambiar para el bien de todos”.
Los inicios
De origen salvadoreño, Loly Rico arribó a Canadá hace 30 años como parte de un programa de reasentamiento que otorgaba la residencia temporal a familias centroamericanas afectadas con la crisis política de la región.
Formada en terapia ocupacional, pero con un trabajo continuo a favor de las mujeres de su país, Rico inició sus labores de apoyo a las mujeres en situación vulnerable en compañía de las hermanas de la congregación Fieles Compañeras de Jesús. “Conocimos la otra cara de la inmigración, la de los indocumentados o gente sin estatus que requerían protección” y lograron que el gobierno les asignara una casa (FCJ Hamilton House Refugee Project) para albergar mujeres y niños migrantes en condiciones de riesgo.
Apoyados por el Centro jesuita de justicia social, posteriormente lograron conexiones con diferentes redes de apoyo y crearon programas comunitarios que incluían el acompañamiento en materia legal a las mujeres y sus familias, y otras opciones de atención médica y asistencia social.
-Al principio la mayoría de migrantes provenía de Centroamérica, pero luego comenzaron a llegarnos mujeres de Nigeria, Etiopía y otras nacionalidades buscando protección. Entendiendo que el problema no se resolvía simplemente con el alojamiento, ampliamos la atención al acompañamiento a temas legales cuando mi esposo Francisco Rico, lamentablemente fallecido, se sumó al proyecto, dijo.
Actualmente, el programa de protección cuenta con cuatro casas de acogida para mujeres e infantes, padres y madres solteros con sus niños, y jóvenes que llegan sin acompañamiento. Además, esta experiencia se ha ido diversificado para brindar capacitación a la comunidad en general y a las personas que dan servicio a la comunidad. A la fecha, se estima que han atendido a cerca de dos mil personas.
En cuanto a los servicios que presta el Centro de Refugiados FCJ, Rico mencionó estos también se han ido expandiendo en función de las necesidades de la comunidad. “Aquí podemos encontrar situaciones de violencia laboral contra mujeres, explotación de trabajadores migrantes y hasta casos de trata de personas provenientes de otros países con fines de explotación sexual dentro de Canadá”, señaló.
Los cuatro pilares de la organización están orientados a las áreas de soporte e inmigración, asentamiento e integración, trata de personas y educación pública y comunicaciones. Sus servicios benefician, hoy por hoy, a migrantes y refugiados de unos 27 países.
Su Junta Directiva está integrada por mujeres que poseen diferentes experiencias de vida relacionadas con refugiados. Además de Loli Rico, su directora ejecutiva, participan la abogada Diana Gallegos (Colombia) como directora Senior, la trabajadora social Tsering Lhamo (Tibet) y la periodista Carolina Tevez (El Salvador) como directoras asociadas.
Una visión personal
“¿Qué cuál es mi objetivo personal? ¡Hacer justicia! Yo llegué desde un país en crisis estando embarazada, y por simple casualidad tuve el privilegio de contar con la protección del gobierno. Lamentablemente esto no ha sido así para todos. Creo que sin importar cómo llegaste has debido hacer muchos sacrificios, por eso lo justo es que puedas tener los mismos derechos que quienes están aquí”. Esa convicción, es la que ha guiado su trabajo.
-Mi satisfacción personal es que en el FCJ somos una comunidad integrada, en su mayoría, por mujeres que han podido salir adelante y poseen un brackground que les permite estar sensibilizadas con la problemática. Porque ese es el objetivo, uno no deja la casa porque quiere, sino porque está en riesgo o, a veces, hasta para sobrevivir, agregó.
En cuanto a la respuesta de los entes gubernamentales a sus iniciativas, Rico manifestó estar orgullosa de que este es uno de los centros que hace mucho cabildeo y por ello suelen ser escuchados, aun cuando no siempre la respuesta es positiva. “Hacemos mucha crítica, pero también presentamos soluciones (…) Lo que ven los gobiernos es que el servicio que damos es una forma de ir abriendo espacio para nuestros migrantes”.
Rico también destacó que como parte de los convenios que mantienen con otras organizaciones, participaron en un estudio realizado conjuntamente con las universidades de Toronto y York, sobre el impacto que tuvo el COVID en las personas con situación precaria. Del mismo modo, comentó que lograron la actualización del currículo de lenguas extranjeras en la Universidad Mc Gill, para apoyar a quienes requieren clases de inglés.
Finalmente, adelantó que el próximo 16 la organización participará en la marcha prevista para solicitar la regularización de estatus de los migrantes indocumentados que residen en Canadá.