Compañía danzaria de Mónaco encanta en Cuba

 El espectáculo Core meu (Mi corazón), en calidad de estreno, llegó a Cuba de la mano de la compañía Los Ballets de Monte-Carlo, cuyas presentaciones del 16 al 18 de mayo hicieron vibrar y deleitaron a los espectadores en la sala Avellaneda del capitalino Teatro Nacional.

    Las aclamadas funciones formaron parte de la Feria Internacional Cubadisco 2025, y el comité organizador del evento entregó el Premio de Honor, su mayor reconocimiento, a la entidad de Mónaco.

   Casi medio centenar de bailarines protagonizaron una ceremonia de danza y pasión, la cual contó con la guía del renombrado coreógrafo Jean-Christophe Maillot y música en vivo liderada por el italiano Antonio Castrignanò.

   Inspirados en la pizzica, una variante salentina de la tarantela italiana, los artistas fusionaron folclore y las técnicas clásica y contemporánea, para así  rendir homenaje al legendario bailarín y coreógrafo francés Maurice Béjart.

    La puesta transportó a los espectadores a la región italiana de Apulia, donde la danza era remedio y celebración. Allí, en los confines del Mediterráneo, creían que la antigua forma popular de bailar constituía un remedio contra la hipotética y metafórica mordedura de la tarántula, araña de la familia Theraphosidae propia de Europa.

     Maillot rescata el mito y redimensiona los significados, presenta un ritual de principio a fin, involucra a todos, durante una hora y 10 minutos, la ceremonia cala en el alma, manipula la energía del ambiente y de los cuerpos, despoja las cargas, alivia de peso, aligera el espíritu, anotó la periodista cubana Martha Sánchez, especialista en ballet

    En su opinión, Core meu constituye una experiencia sanadora, un rito que vale la pena compartir pues contagia de amor, felicidad y buena energía, al ritmo de música tradicional del sur de Italia.

     El resultado, escribió, puede dejar en trance a cualquiera, por el altísimo nivel de comunicación alcanzado con la audiencia.

    Música dinámica, danza frenética, luces de Samuel Thery y un efectivo diseño de vestuario del español Salvador Mateu, quien ha colaborado con Milos Forman, Pilar Miró, Pedro Almodóvar y marcas como Chanel, Dior, Valentino y Givenchy, entre muchas, conspiraron para ofrendar una especie de ilusión óptica.

   Por otra parte, la princesa de Mónaco, Carolina Grimaldi, viajó a La Habana junto a la compañía danzaria que ella refundó en 1985, para ser testigo de esa conexión mágica que posibilitan las artes con los públicos más diversos.

   Como parte de la estancia habanera, 10 años después de la anterior, la visitante donó a la Casa Museo Oswaldo Guayasamín un cuadro que el relevante artista ecuatoriano le hizo a ella de joven.

   Tal obra es uno de los tantos retratos a personalidades realizados por Guayasamín, quien se lo obsequió al padre de la princesa, el príncipe soberano, Raniero III de Mónaco.

    Cuando el monarca murió en 2005, la princesa lo heredó y ante este viaje a Cuba recordó la existencia en La Habana de la referida Casa Museo, con la cual decidió tener un gesto para la posteridad.

    El embajador de Ecuador en Cuba, José María Borja, asistió a la donación, y en ese acto el presidente de la Fundación Guayasamín, Alfredo Che Vera Guayasamín, contó que el abuelo pintó a Carolina de Mónaco en solo dos días, por la gran belleza de la princesa.

Diony Sanabia
Corresponsal/La Habana |  + posts