Un número cada vez mayor de países del Caribe están avanzando hacia estrategias nacionales de desarrollo que se sustentan firmemente en los recursos marinos. Y consideran que una estrategia basada en el crecimiento de una Economía Azul más sostenible podría ayudar a los objetivos de política más amplios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible; entre ellos la reducción de la pobreza, la seguridad alimentaria, la seguridad energética, la reducción del riesgo de desastres, la mitigación del cambio climático y la conservación de los océanos. Sin embargo, la contaminación del medio marino plantea un riesgo significativo para los beneficios económicos que generará la economía oceánica de la región.
Según define el Banco Mundial, el concepto de “Economía Azul” brinda beneficios sociales y económicos para las generaciones actuales y futuras, y restaura, protege y mantiene la diversidad, la productividad, la resiliencia, las funciones básicas y el valor intrínseco de los ecosistemas marinos. La percepción de Economía Azul considera que los sistemas ecológicos proporcionan muchos de los servicios vinculados a la economía oceánica como activos de capitales naturales subyacentes y a veces invisibles.
Este capital natural incluye recursos vivos de reservas renovables recolectados para su uso, como los peces; recursos no vivos, como los minerales del fondo marino; y procesos ecosistémicos por los cuales los entornos vivos y no vivos interactúan como una unidad funcional, como los ecosistemas de arrecifes de coral y los ecosistemas de manglares. En este sentido, muchos de estos activos de capital natural son renovables y, si se gestionan adecuadamente, pueden producir beneficios de manera sostenible a lo largo del tiempo. Como tal, la economía azul o marina y los sistemas ecológicos deben considerarse como una unidad en el diseño de políticas.
Los océanos proporcionan tres tipos principales de servicios. El primero son las actividades económicas como la pesca, el turismo, el transporte marítimo, las comunicaciones, y la recreación.
El segundo está relacionado con los servicios ecosistémicos tangibles, vitales para la vida humana, como el 50 por ciento del oxígeno atmosférico que producen las plantas marinas microscópicas, los sumideros naturales de carbono en los manglares y las praderas marinas, y la protección costera contra las mareas de tormenta y las olas que los arrecifes de coral y los manglares proporcionan a las comunidades humanas.
El tercero son los servicios ecosistémicos intangibles relacionados con la percepción humana y que tienen valor estético, cultural o religioso. Todos estos servicios ecosistémicos marinos tienen un valor económico, estimado en billones de dólares anuales, y tres cuartas partes de este valor lo proporcionan los ecosistemas costeros.
Un marco conceptual para la Economía Azul en la Región del Gran Caribe muestra la compleja relación entre los activos naturales marinos y la actividad económica en la región. Para ello es necesario identificar los puntos de entrada para las reformas de políticas con el fin de cambiar el flujo de insumos de los activos naturales a la economía oceánica a lo largo del tiempo, o para reducir sus resultados negativos, como la contaminación.
Con el crecimiento de la economía oceánica en las próximas décadas, el daño potencial a su base de activos de capital natural es significativo, y el valor de referencia ya es bajo. En 2016, el Secretario General de la ONU Ban Ki-moon escribió que “es necesario tomar medidas urgentes a escala mundial para proteger los océanos del mundo de las muchas presiones a las que se enfrentan”. En este agosto de 2024 el secretario general de la ONU Antonio Guterres advirtió: “Los mares nos darán nuestro merecido”.
Los cuatro factores negativos de cambio antropogénicos o inducidos por el hombre en el capital natural marino de la Región del Gran Caribe son: a) la sobrepesca; b) el desarrollo costero y la degradación del hábitat; c) la contaminación; y d) el cambio climático y la acidificación de los mares. Estos factores se refuerzan mutuamente y, junto con otros desarrollos específicos (como la introducción de especies invasoras como el pez león), aceleran la degradación ambiental y amenazan la estabilidad económica y el crecimiento de la región.

En la región caribeña existe una “interacción circular” entre los sectores económicos y el medio ambiente marino. Los aproximadamente 57 mil millones de dólares generados anualmente por el turismo costero en el Caribe insular dependen en gran medida de estos ecosistemas y procesos. Por lo tanto, su degradación plantea una grave amenaza para el sector.
El uso del océano para el vertimiento de desechos y los impactos resultantes en los arrecifes, las playas, los manglares y sus servicios; generan insumos negativos para sectores como el turismo y la recreación. A menudo se encuentran miles de fragmentos de plástico en las aguas del Caribe, que representa casi el 80% de la basura total. La cantidad de plástico que se encuentra en las playas del Caribe supera con creces el promedio mundial, con 2.014 artículos de basura por kilómetro, frente a los 573 en todo el mundo, según datos del Banco Mundial.
La región del Gran Caribe es una conjunción única de naciones continentales e insulares, rodeadas por el mar Caribe y se encuentra contigua al golfo de México. Cubre un área marina de aproximadamente 2,75 millones de kilómetros cuadrados. Aunque su océano representa solo el uno por ciento del total mundial, sustenta las economías de 37 territorios geopolíticos distintos; que incluyen grandes países como México, Colombia y Venezuela; los países centroamericanos de la cuenca del Caribe; la agrupación más grande del mundo de pequeños Estados insulares en desarrollo; y territorios de los Estados Unidos, el Reino Unido, los Países Bajos y los departamentos franceses de ultramar.
Como contribución económica, el entorno marino sufraga enormemente a la riqueza general de los países del Caribe. El turismo y la pesca desempeñan un papel dominante, junto con el crucerismo y el transporte marítimo; además de que existen fuertes vínculos culturales con los recursos costeros y sus usos.
La contribución económica del Mar Caribe se refleja en tres sectores básicos para el desarrollo y el crecimiento de sus territorios: el Turismo, la pesca y el transporte.
Se sabe que las economías del Caribe son las más dependientes del turismo en el mundo. El turismo, incluyendo la actividad de los Cruceros es una actividad económica, que representa el 15 por ciento del PIB de la región. Si bien menos del 1 por ciento de la población mundial vive en la región caribeña (excluyendo Estados Unidos y México), la región recibe el 6 por ciento de los turistas del mundo.
El turismo es la principal fuente de empleo y divisas y, desde la década de 1990, ha ayudado a compensar una disminución en la agricultura y las exportaciones agrícolas. Países como República Dominicana, Granada y Jamaica son particularmente dependientes del turismo, que representa más del 70 por ciento de sus exportaciones totales de servicios, y esta cifra alcanza el 80 por ciento para países como Bahamas y Santa Lucía. El crecimiento esperado del turismo en los próximos años, que se produce principalmente en las zonas costeras y marinas, ejercerá presiones cada vez mayores sobre el ecosistema y los activos naturales del Mar Caribe.
La degradación de los arrecifes es probablemente la amenaza más grave para el capital natural del Caribe. Ya está costando una pérdida de ingresos anual estimada de entre 350 y 870 millones de dólares estadounidenses. Si esta tendencia continúa, el valor de los arrecifes para la economía habrá disminuido para el año 2050 entre un 11 y un 19 por ciento, según los especialistas. Las fuentes terrestres de contaminación representan alrededor del 20 por ciento de estos impactos.
Eso significa que para 2050, los impactos de la contaminación terrestre sobre los arrecifes de coral de la región podrían tener costos económicos de hasta 172 millones de dólares y potencialmente incluso más.
La contaminación puede dañar los arrecifes de coral de maneras que recién ahora se están documentando y entendiendo. Por ejemplo, estudios recientes han indicado que los desechos plásticos pueden aumentar la incidencia de enfermedades de los corales, mientras que la eutrofización causada por la escorrentía agrícola y los desagües cloacales se ha vinculado a zonas hipóxicas en aguas más profundas, lo que resulta en el blanqueamiento de los corales a temperaturas no estresantes. Además de nutrientes, los desagües cloacales pueden contener agua dulce, patógenos, disruptores endocrinos, metales pesados y partículas suspendidas. Todos estos factores se han asociado con aumentos de la mortalidad de los corales, enfermedades, crecimiento y reproducción suprimidos, y blanqueamiento de los corales.
Las playas sufren directamente la degradación de los arrecifes de coral, porque los corales son una fuente de gran parte de la arena calcárea y brindan protección contra las olas. El costo de reemplazar artificialmente la arena, un proceso conocido como regeneración de playas, utilizado en destinos turísticos de Cuba y República Dominicana, puede ascender a millones de dólares para una sola isla. Sin embargo, el costo de no reemplazar la arena puede ser aún mayor en términos de pérdida de ingresos por turismo. Por el contrario, proteger el arrecife es mucho más rentable.
Las playas también se ven gravemente dañadas por la basura. Los estudios han sugerido que la mayor pérdida económica causada por la degradación de los arrecifes proviene de la reducción de los servicios y de los ingresos por turismo.
La contaminación marina causa la degradación estética de activos naturales como playas, dunas de arena, arrecifes de coral y manglares. La reducción de las tasas de visitas no sólo afecta a las unidades económicas orientadas al turismo, sino que tiene un efecto indirecto negativo generalizado sobre el resto de la economía regional, porque la cadena de suministro del turismo incluye sectores de toda la economía, desde la producción de alimentos y manufacturas hasta los servicios especializados.
Además del Turismo, el sector pesquero en los países del Caribe es una fuente importante de alimentación, empleo y divisas, además de contribuir a la estabilidad social y económica.
El valor de la producción de la pesca de captura marina y de la acuicultura fue de 460 millones de dólares anuales durante el último período prepandemia, y el número total de personas empleadas en el sector pesquero se estimó en 341.668, lo que representa el 4,3% de la fuerza laboral de la región.
En vista de la intensa pesca de los últimos años, quedan pocas poblaciones excedentes de gran tamaño en la región del Caribe, con la excepción de las aguas de Guyana, Surinam y, en menor medida, Belice. La pesca costera, en particular, ha disminuido marcadamente en algunos países en los últimos años. En algunos lugares, el mercado turístico de productos pesqueros es particularmente importante, y los visitantes extranjeros consumen una gran parte del pescado y los mariscos del mercado interno.
El tercer sector de gran importancia para el Caribe es el transporte marítimo. Más del 90 por ciento del comercio mundial se realiza por mar. Las naciones insulares del Caribe, en particular, dependen casi por completo del transporte marítimo para sustentar sus economías. Se estima que para 2050, el transporte marítimo de carga se cuadruplicará en comparación con los niveles prepandémicos.
El mar Caribe también es una importante zona de transporte marítimo mundial debido a la gran cantidad de buques de carga y de pasajeros que convergen en sus aguas y atraviesan el Canal de Panamá, recientemente ampliado.
José Luis Perelló Cabrera
Investigador. Cátedra de Estudios del Caribe «Norman Girvan»
Universidad de La Habana