Tyre Nichols, el rostro de otra tragedia

Tyre Nichols estaba a menos de 100 metros de la casa de su madre cuando el pasado 7 de enero cinco oficiales de la policía de la ciudad estadounidense de Memphis, Tennessee, lo golpearon con furia, lo rociaron repetidamente con gas pimienta y le provocaron lesiones que tres días después llevaron a su muerte.

Mientras el joven negro de 29 años de edad recibía el impacto de puños, pies y porras, gritaba “mamá, mamá, mamá”, pero ese llamado con desespero no impidió que los agentes siguieran pegándole durante unos tres minutos, según se observa en videos del hecho difundidos por las autoridades locales.

Las perturbadoras imágenes desataron nuevas protestas contra la brutalidad policial en Estados Unidos, donde han ocurrido numerosos casos de uso excesivo de la fuerza por parte de las agencias de cumplimiento de la ley, en medio del racismo y la violencia imperantes.

A juicio del presidente norteamericano, Joe Biden, esta muerte “es otro doloroso recordatorio del profundo miedo y trauma, el dolor y el agotamiento que los estadounidenses negros y de color experimentan todos los días”.

“Solo estoy tratando de irme a casa”

Medios norteamericanos de prensa divulgaron que Nichols, amante de la fotografía y las patinetas, trabajaba desde nueve meses antes en una instalación de la compañía FedEx, y que todos los días, sobre las 7:00 de la noche, regresaba a casa de su madre para lo que él llamaba el “almuerzo”.

En la jornada de los acontecimientos que desencadenaron su muerte, los agentes lo detuvieron cerca de las 8:25 bajo sospecha de conducción imprudente cerca de la intersección de Raines Road y Ross Road.

Allí, de acuerdo con una declaración inicial del cuerpo de policía, “se produjo un enfrentamiento” cuando los oficiales se acercaron a su vehículo y el hombre intentó escapar.

Tres días después, el Buró de Investigaciones de Tennessee comunicó que Nichols había fallecido a causa de las heridas provocadas en el “incidente de uso de la fuerza”, y posteriormente se dio a conocer que las personas involucradas en la tragedia habían sido relevadas de sus funciones mientras comenzaba una investigación al respecto.

El 18 de enero, el Departamento de Justicia anunció la apertura de una investigación de derechos civiles sobre el deceso de Nichols y, el día 20, tras realizar una pesquisa interna, la policía de la ciudad despidió a los agentes Tadarrius Bean, Demetrius Haley, Emmitt Martin III, Desmond Mills, Jr. y Justin Smith, todos afronorteamericanos, por violar políticas de varios departamentos.

Asimismo, el 26 de enero un gran jurado acusó a los cinco uniformados de asesinato en segundo grado, asalto agravado, secuestro agravado, mala conducta y opresión oficial.

Diversos medios calificaron esas imputaciones como un avance en comparación con casos de brutalidad policial previos en los que los cargos penales contra los implicados demoraron meses en presentarse o nunca llegaron.

Al día siguiente, el malestar social que ya había generado la noticia de lo sucedido se incrementó, tras difundirse más de una hora de videos captados por cámaras corporales y un dispositivo de vigilancia aérea.

En estos se aprecia cómo varios agentes intentaron inmovilizar a Nichols mientras le gritaban amenazas, y se escucha además al detenido pronunciar “estoy en el suelo” y “ustedes realmente están haciendo mucho en este momento, solo estoy tratando de irme a casa”.

Los oficiales indicaron en un momento del altercado que iban a usar una pistola paralizante en su contra, Nichols empezó a huir del lugar y una pareja de agentes salió a perseguirlo. Después de la llegada de más autos de la policía y el pedido de refuerzos, los videos muestran al hombre nuevamente en el suelo a menos de un kilómetro del sitio donde inicialmente se produjo la detención, describió el diario The New York Times.

Por las imágenes se observa el modo en que los uniformados golpearon sostenidamente a Nichols y lo patearon en el rostro, lo empujaron contra el suelo con los pies y las rodillas, lo apalearon en la espalda con una porra, lo rociaron con un químico y lo arrastraron por el pavimento, con esposas puestas, hasta dejarlo apoyado en posición sentada al costado de un automóvil durante más de tres minutos.

Dos médicos llegaron luego a la escena y revisaron al hombre, pero demoraron otros 16 minutos en abrir sus bolsas y brindarle algún tipo de asistencia, para más tarde traer una camilla y trasladarlo a una ambulancia. En total, permaneció por más de 24 minutos junto al vehículo hasta que fue llevado al hospital St. Francis, donde pereció.

Indignación y protestas

“Estuvo indefenso todo el tiempo. Era una piñata humana para esos policías. Fue una paliza sin adulterar, descarada e ininterrumpida de este joven durante tres minutos. Eso es lo que vimos en ese video”, expresó Antonio Romanucci, uno de los abogados de la familia del fallecido y quien añadió que lo acontecido “no solo fue violento, fue salvaje”.

Tras las revelaciones de los materiales audiovisuales, estallaron protestas en Memphis, Washington DC, Nueva York, Atlanta, Los Ángeles, Filadelfia, Boston y otras ciudades, donde los participantes portaron carteles con el nombre de Nichols y demandaron, una vez más, el fin de los abusos y de la brutalidad de las fuerzas del orden.

Las movilizaciones, aunque menores en tamaño y alcance, hicieron recordar a las ocurridas en 2020 después del fallecimiento del también negro George Floyd, asfixiado por el oficial blanco Derek Chavin en Minneapolis, Minnesota.

Provocaron gran indignación en Estados Unidos muertes como las de Trayvon Martin (2012), cuyo deceso inspiró el surgimiento del movimiento Black Lives Matter; Eric Garner y Michael Brown (2014); Freddie Gray (2015), Philando Castile (2016); Atatiana Jefferson (2019); y Breonna Taylor y Ahmaud Arbery (2020), entre otras.

Aunque algunos responsables de esos y otros decesos resultaron condenados por sus actos, en varios casos los implicados resultaron absueltos y, en otros, ni siquiera llegaron a presentarse acusaciones en su contra, como parte de una trama de impunidad que ha sido reiteradamente denunciada por ciudadanos y organizaciones.

Más allá de los cargos contra los agentes involucrados en la golpiza a Nichols, fue disuelta la unidad especializada conocida como Escorpión a la que todos los victimarios pertenecían, una demanda de familiares de la víctima y activistas de la ciudad.

Además, dos empleados del Departamento de Bomberos que estuvieron en la escena fueron relevados de sus funciones e igual cantidad de agentes de la oficina del alguacil del condado de Shelby quedaron suspendidos en espera de una investigación.

Necesidad de cambios

El hecho de que los cinco principales implicados en la muerte de Nichols sean oficiales negros llevó a varias personas en Estados Unidos, incluidas figuras públicas, a manifestar que la brutalidad policial no se trata de un problema vinculado necesariamente con el racismo, o que las demandas de una reforma policial con departamentos más demográficamente diversos no sería la solución para estos eventos.

Sin embargo, varios analistas y medios llamaron la atención sobre el hecho de que, si los responsables de estos actos de violencia pueden no ser personas blancas, lo que suele mantenerse invariable es que los afrodescendientes tienen muchas más probabilidades de morir a manos de las fuerzas del orden.

Datos recolectados por el diario The Washington Post evidencian que los negros reciben disparos de forma desmedida, y aunque representan solo un 14 por ciento de la población del país, mueren a manos de la policía a una tasa que duplica a la de los blancos.

Samuel Sinyangwe, presidente de la organización Mapping Police Violence, declaró a ese periódico que existen muchos factores dentro del sistema policial que conducen a una respuesta desproporcionada contra los afronorteamericanos.

Por su parte, Jeanelle Austin, quien dirige el George Floyd Global Memorial en Minnesota, expresó que la narrativa ante eventos de este tipo suele enfocarse en los responsables individuales y no va a la esencia del problema, cuando en realidad “el sistema y la cultura policial entrenan las mentes de las personas, independientemente del color de su piel, para comportarse de cierta manera”.

Un criterio similar expuso al The New York Times James Forman Jr., quien ha estudiado y escrito sobre raza y aplicación de la ley.

Desde su punto de vista, ser negro no impide a un agente del orden cometer estos actos, pues el tema está relacionado, sobre todo, con los estilos de vigilancia y entrenamiento que recibe la policía. “Todas esas dinámicas que impulsan la violencia y la brutalidad son más poderosas que la raza del oficial”.

Mientras continúan los debates en torno a ese tema, legisladores estatales en Tennessee anunciaron que pretenden presentar un proyecto de ley de reforma policial, y Ben Crump, abogado de la familia Nichols, pidió al Congreso federal que apruebe la Ley George Floyd de Justicia Policial, la cual fue avalada por la Cámara de Representantes en 2021, pero no por el Senado, todo en busca de cambios que muchos consideran necesarios.

José Oscar Fuentes
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