El hecho estremeció a los fieles católicos y a la humanidad toda el pasado 21 de abril: a las 7:35 de la mañana en El Vaticano murió como consecuencia de un derrame cerebral el papa Francisco, primer lationamericano en desempeñar esa responsabilidad.
Desde entonces, y en medio del dolor, los tributos y las exaltaciones de su obra, la pregunta sobre quién llenará el vacío que deja este santo padre resulta recurrente en cualquier conversación relacionada con el tema, y poco importa si ocurre en el norte o el sur, en el este o el oeste del mundo.
Semblanzas de medios periodísticos de disímiles ideologías, afirmaciones de dirigentes de diverso nivel y comentarios de hombres y mujeres de fe coinciden en resaltar el positivo legado de “un verdadero pastor de los humildes y un crítico de los poderosos”.
Quizás, las lágrimas en silecio, los rosarios en las manos, las banderas argentinas de su tierra natal y de otras nacionalidades, y los carteles con “Gracias, Francisco” en la plaza de San Pedro pueden resumir los momentos iniciales de pesar, repetidos también durante el velorio.
DESDE ARGENTINA HASTA LA SANTA SEDE
Francisco nació como Jorge Mario Bergoglio el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, fue el mayor de cinco hijos de inmigrantes italianos y tuvo una vida marcada por la búsqueda de la justicia, recuerdan datos biográficos expuestos por múltiples fuentes.
Antes de abrazar el sacerdocio, estudió Química y trabajó en un laboratorio, pero su vocación lo llevó a un seminario jesuita a los 21 años de edad.
Desde aquel tiempo se identificó con los barrios pobres de Argentina y posterioremente extendió esa postura al mundo, cuyos problemas nunca fueron ajenos a su cotidiana existencia.
En marzo de 2013 fue elegido Papa, lo cual sorprendió a muchos, y tomó el nombre en honor al santo de Asís, símbolo de la pobreza y la humildad, y también del misionero jesuita Francisco Javier.
Comenzó a romper costumbres y vivió en la residencia Santa Marta en lugar del palacio apostólico, lavó los pies a reclusos y refugiados, y criticó sin tapujos la denominada globalización de la indiferencia.
LEGADO Y HUMANISMO
Para diversas voces, el pontificado de Francisco resultó un enfrentamiento de manera constante y valiente a las desigualdades, las guerras, el racismo y la destrucción del medio ambiente.
Como parte de su primer viaje apostólico, en Lampedusa, Italia, lloró ante las tumbas de migrantes ahogados, y el año pasado, ya debilitado por la edad, emprendió una agotadora gira por Asia y Oceanía con el fin de promover el diálogo interreligioso.
Francisco, papa 266 de la historia, denunció las políticas antiinmigrantes, llamó al desarme global y exigió acciones urgentes en contra del cambio climático.
Un día antes de su fallecimiento, en el último mensaje de Pascua, reiteró el rechazo a los conflictos bélicos en Gaza y Ucrania, y renovó los pedidos de paz y solidaridad a nivel global.
FIRME HASTA EL ÚLTIMO ALIENTO
Más allá de su frágil salud, víctima de una neumonía de casi 40 días de hospitalización a principios de 2025, Francisco no dejó de trabajar, e incluso en convalecencia recibió a líderes y escribió discursos.
A juicio de un colaborador suyo, no podía quedarse quieto y para él, el descanso era un lujo que los pobres no debían permitirse.
Las armas de la paz son las que construyen el futuro, no las que siembran muerte, subrayó en su última aparición pública durante la bendición Urbi et Orbi.
El santo padre “nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente en favor de los más pobres y marginados”, expresó la nota de la oficina de prensa del Vaticano sobre su muerte.
De acuerdo con deseos propios, Francisco será enterrado en Santa María la Mayor, la basílica amada, y el 5 de mayo (15 días posteriores al deceso) comenzará el Cónclave, asamblea a puertas cerradas en la cual el Colegio Cardenalicio seleccionará al nuevo papa.
Sin dudas, el elegido tendrá la difícil tarea de reemplazar a un sumo pontífice muy querido y respetado.
