Mientras la economía del orbe va camino a registrar en 2024 un tercer año consecutivo de desaceleración, las proyecciones son incluso más preocupantes para América Latina y el Caribe, que podría reportar en los próximos 12 meses el peor crecimiento entre todas las regiones del planeta.
La edición más reciente del informe Perspectivas económicas mundiales, elaborado por el Banco Mundial, difundió este mes que la economía internacional está cerca de batir un lamentable récord a finales de 2024, pues sería el cierre de un lustro con el menor incremento del Producto Interno Bruto de las últimas tres décadas.
De acuerdo con esa fuente, la situación es mejor que hace un año, ya que disminuyó el riesgo de una recesión mundial, pero se prevé que existan nuevos peligros a corto y mediano plazos debido a las crecientes tensiones geopolíticas, la desaceleración del crecimiento en países ricos y en desarrollo, la lentitud del comercio y condiciones financieras más restrictivas.
En esa misma línea, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) señaló que las tasas de interés persistentemente altas, una mayor escalada de los conflictos, los desastres climáticos y el lento intercambio de bienes y servicios plantean retos importantes, cuando se estima que la economía mundial pasará de un crecimiento aproximado de 2,7 por ciento en 2023 a 2,4 por ciento en 2024.
Según las proyecciones, las naciones en desarrollo crecerán solo un 3,9 por ciento, más de un punto porcentual por debajo del promedio registrado en la década precedente.
Luego de mostrar un desempeño decepcionante el año pasado, los países de ingreso bajo aumentarán un 5,5 por ciento, lo cual es menos de lo esperado.
A finales de 2024, la población de aproximadamente uno de cada cuatro países en desarrollo y alrededor del 40 por ciento de los países de ingreso bajo seguirá siendo más pobre de lo que era antes de la pandemia de Covid-19. En las economías avanzadas, por su parte, los cálculos señalan que este año el crecimiento se desacelerará y pasará del 1,5 por ciento registrado en 2023 al 1,2 por ciento.
La debilidad para crecer a corto plazo hará que muchos países en desarrollo, especialmente los más pobres, lleguen a niveles paralizantes de deuda y a un acceso precario a los alimentos para casi una de cada tres personas, expuso Indermit Gill, economista jefe del Banco Mundial.
Eso obstaculizará los avances en muchas prioridades mundiales, pero todavía existen oportunidades para cambiar el rumbo, consideró. Dentro de tales pronósticos, la ONU apuntó que el panorama latinoamericano y caribeño será desafiante, pues las condiciones monetarias restrictivas afectarán negativamente a la demanda agregada. A eso se unirá que una demanda externa más lenta limitará el crecimiento de las exportaciones, y tanto las vulnerabilidades estructurales como las incertidumbres políticas pesarán de manera desfavorable sobre la inversión.
¿QUÉ ESPERAR EN EL NUEVO AÑO?
Teniendo en cuenta el texto mencionado del Banco Mundial, las previsiones de crecimiento de América Latina y el Caribe son de 2,3 por ciento en 2024 y de 2,5 por ciento en 2025, las cifras más bajas en comparación con los números de otras zonas geográficas, incluida Asia meridional, cuya proyección de incremento supera al resto.
Después del impulso de 2,2 por ciento el pasado año, se pronostica en el espacio latinoamericano una recuperación lenta y gradual, así como un menor impacto de los efectos persistentes de la política monetaria restrictiva.
A medida que la inflación disminuya, los bancos centrales bajarán las tasas de interés, lo que reducirá los obstáculos al aumento de la inversión, precisa el documento.
También aclara que las perspectivas son dispares entre los países latinoamericanos y caribeños, con las grandes economías de Brasil y México en camino a sendas desaceleraciones de crecimiento de 1,5 y 2,6 por ciento tras positivos guarismos de 3,1 y 3,6 por ciento en 2023.
Argentina se recuperaría de su contracción para crecer 2,7 por ciento este año, y Colombia y Chile alcanzarían un 1,8 por ciento favorable en ambos casos. Por otra parte, agrega la fuente, Guyana sería la excepción en esta área geográfica, con un avance previsto de 38,2 por ciento, gracias al auge en la explotación de sus recursos naturales.
Las economías del Caribe crecerían 4,1 por ciento este año, en parte debido a la expansión del sector turístico, y América Central prevé un avance de 3,7 por ciento apoyado en las remesas.
Sin embargo, el Banco Mundial advirtió de riesgos internos persistentes a largo plazo para la región en su conjunto, como la desaceleración de la productividad y el envejecimiento de la población.
De carácter externo existen obstáculos al estilo de la escalada de las tensiones geopolítcas, principalmente en Medio Oriente, que podrían golpear a los mercados energéticos y provocar un alza de los precios del petróleo. Los fenómenos meteorológicos extremos, intensificados por el cambio climático, representan amenazas adicionales, en particular para los sectores sensibles al clima: la agricultura, la energía y la pesca.
Asimismo, el reporte se refiere a la inflación persistente en las economías avanzadas, que podría mantener elevadas las tasas de interés durante un periodo prolongado.
Expone, además, que una desaceleración más abrupta de lo esperado en la economía de China tendría efectos importantes en la demanda externa, lo cual afectaría las exportaciones de productos básicos de la región.
RETOS EN EL HORIZONTE
Diversos expertos insisten en que la situación de América Latina y el Caribe presenta significativos retos al considerar una actividad económica global lenta, un menor intercambio comercial de esta zona con otras partes del mundo y el bajo consumo interno, entre otros factores.
Seguiremos viendo economías resilientes, con indicadores estables, pero lamentablemente el nivel de crecimiento permanecerá bajo, manifestó a BBC Mundo William Maloney, economista jefe para América Latina del Banco Mundial.
Por su lado, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) vaticinó una cifra inferior al mencionado dato del Banco Mundial y colocó el aumento en apenas 1,9 por ciento. Especificó paralelamente que América del Sur debe ir a un paso más lento que Centroamérica, México y el Caribe. Tal comportamiento para 2024 está relacionado con el poco espacio de acción que tiene la política fiscal de los gobiernos y la política monetaria de los bancos centrales, puntualizó la entidad.
Argumentó que los niveles de deuda pública, si bien se han reducido, son aún elevados, lo que, sumado al aumento del costo del financiamiento, restringe el espacio fiscal.
La Cepal tampoco vislumbra una marcada reducción de las tasas de interés, porque una profundización en los recortes del costo del dinero podría afectar los flujos de capital hacia Latinoamérica y el tipo de cambio. Sin dudas, plantean especialistas, este panorama llevará a una menor creación de empleo, significativa persistencia del trabajo informal y ascenso de las diferencias salariales entre hombres y mujeres, en detrimento de las últimas.
PROPUESTAS DE SOLUCIÓN
Con el afán de revertir la situación, la Cepal plantea que América Latina y el Caribe no debe resignarse al diagnóstico de una economía paralítica, sino buscar vías de salida a la presente y difícil encrucijada.
A su juicio, resulta necesario escalar las políticas de desarrollo productivo con una mirada en sectores estratégicos dinamizadores, impulsar opciones para promover la inversión pública y privada, y adecuar el marco de financiamiento.
Esas directrices deben complementarse con alternativas macro y financieras que permitan un adecuado manejo de los riesgos monetarios y cambiarios que enfrenta la región y que además estimulen la movilización de recursos internos con el propósito de ampliar el espacio fiscal e incrementar la productividad.
También, sugiere la Cepal, se requieren reformas a la arquitectura financiera y tributaria internacional con el propósito de acompañar a los países latinoamericanos en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Sebastián Nieto, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, considera que en esta zona geográfica existe una oportunidad enorme de generar empleo con la transición verde.
A su criterio, si Latinoamérica invirtiera cerca de tres puntos porcentuales del Producto Interno Bruto en los denominados sectores de energía limpia se reducirían las emisiones de dióxido de carbono y surgirián nuevos puestos formales de trabajo.
Según las últimas investigaciones, precisa Nieto, con ese nivel de inversión es posible aumentar en 18 por ciento el empleo en la producción sostenible de alimentos o 14 por ciento en el transporte.
Hay que invertir de manera muy focalizada, y no solo hacerlo en capital físico sino también en capital humano, afirma el economista, quien estima que son bastantes los gobiernos de la región a favor de esa postura.
En su opinión, América Latina posee un potencial muy grande pues un tercio de la energía propia es renovable.