“Finalmente concluyeron las negociaciones”, manifestaron, quizás, muchos tras el reciente anuncio de ese momento para el Acuerdo de Asociación entre el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión Europea (UE), un proceso de casi 25 años de existencia en un mundo necesitado de menos burocracia y más acciones.
Cuando entre en vigor si se vencen los obstáculos, la herramienta citada de manera muy frecuente como tratado de libre comercio, más allá de sus otros pilares, posibilitará a Europa acceder a un mercado de 268 millones de consumidores, y el Mercosur podrá ofrecer sus productos, principalmente agropecuarios, a 450 millones de personas.
Diversas voces, incluidas de autoridades, hombres de negocios, productores y académicos, coinciden en que este pacto representa una oportunidad económica y al mismo tiempo posee una notable relevancia política.
En opinión del presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, “para nuestros países es importante que el mundo se nos abra; pero hay condiciones que nos unen a Europa más allá de lo comercial”.
Por otra parte, están los criterios de que el acuerdo puede ser una forma de contrarrestar la influencia de China a escala planetaria y una vía para minimizar el impacto de la posible subida de aranceles que desea imponer Donald Trump cuando vuelva a gobernar a Estados Unidos desde el cercano 20 de enero.
LABOR DE LULA
Según reportes de prensa, el mandatario de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, jugó un importantísimo papel en el cierre de las conversaciones, logro con antecedentes similares en 2019 y que se concretó el último 6 de diciembre en Uruguay en la sexagésimo quinta Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur.
A esa cita, además de Lula y el anfitrión Lacalle Pou, acudieron sus homólogos Javier Milei, de Argentina; Santiago Peña, de Paraguay; Luis Arce, de Bolivia, por primera vez como miembro pleno; y José Raúl Mulino, de Panamá, en calidad de asociado.
Junto a todos ellos estuvo Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea y de quien Lula manifestó, tal vez con cierta dosis de presión, que tenía la capacidad de firmar sin más demora, después de varios encuentros bilaterales en Brasilia y Bruselas, en 2023 y mediados de 2024, por ese orden.
El Mercosur y la UE se han comprometido en un intenso proceso de negociaciones para ajustar el acuerdo a los desafíos que se enfrentan a nivel nacional, regional y global. En los últimos dos años, ambas partes participaron en siete rondas y otras reuniones, y están dispuestas a revisar los asuntos relevantes, precisó una declaración conjunta.
También expuso que la iniciativa se encuentra ahora lista para la revisión legal y la traducción, y los dos bloques están decididos a realizar esas actividades en los próximos meses con miras a su futura firma.
OBSTÁCULOS EN EL CAMINO
Acerca de los pasos posteriores, el periódico español El País divulgó que la Comisión Europea, con competencias exclusivas en asuntos comerciales, deberá presentarla ante el Parlamento Europeo, donde se precisa la mayoría, y al Consejo de la UE para su ratificación.
Será, agregó, esta segunda institución el espacio de más dificultades, pues ahí hará falta una mayoría cualificada (el 55 por ciento de los Estados junto al menos el 65 por ciento de la población) y Francia, con su postura de que “el acuerdo es inaceptable como está ahora” tratará de lograr una minoría de bloqueo.
Nos oponemos directamente al acuerdo con Mercosur, expresó en noviembre pasado a la radioemisora Franceinfo la ministra gala de Agricultura, Soberanía Alimentaria y Silvicultura, Annie Genevard.
El Gobierno francés considera que el convenio aumentará las importaciones desde América del Sur, y eso perjudicaría los medios de vida de los agricultores de su país.
Para la referida publicación española, si se superan los escollos, del lado europeo, el tratado puede entrar en vigor de forma provisional y no en todos sus términos, lo cual requeriría la ratificación de cada Estado miembro.
Mientras, en el bloque latinoamericano son los parlamentos nacionales lo que deben convalidar los pactos comerciales, pero sin el poder de veto sobre el conjunto.
BENEFICIOS DEL PACTO
De acuerdo con Von der Leyen, esta alianza fortalecerá las cadenas de valor, desarrollará industrias estratégicas, apoyará la innovación y creará trabajos en ambos lados del océano Atlántico.
Junto a esos y otros propósitos, pretenderá promover la cooperación aduanera, la liberalización de aranceles (del 91 y el 92 por ciento de las importaciones del Mercosur y la UE, respectivamente, durante una década) y el fortalecimiento de las relaciones entre los bloques.
Está por ver entonces, y a lo mejor no será en otro cuarto de siglo, si las promocionadas bondades superan a los inconvenientes declarados.