Más allá de avivar las tensiones en la campaña electoral de cara a los comicios del próximo 5 de noviembre, la noticia de un nuevo intento de asesinato contra el expresidente Donald Trump alimenta el debate sobre la violencia política en Estados Unidos, donde este fenómeno parece cada vez más creciente.
Dos meses después de que el exgobernante y actual candidato presidencial republicano resultara herido en una oreja durante un mitin de campaña en Pensilvania, el domingo 15 de septiembre los medios estadounidenses de prensa difundieron que se había producido otra aparente tentativa de atentado.
Ese día, un agente del Servicio Secreto distiguió el cañón de un rifle entre unos arbustos en el campo de golf de Trump en West Palm Beach, Florida, donde el exgobernante se encontraba jugando.
Inmediatamente, el magnate fue puesto a salvo, y el sospechoso de tramar en su contra, quien se dio a la fuga, fue detenido después por la policía e identificado como Ryan Wesley Routh, un hombre de 58 años con un controvertido historial que incluye antecedentes penales, un fuerte apoyo a Ucrania y el haber votado por Trump en 2016 y 2020, según se aprecia en sus redes sociales.
La vicepresidenta estadounidense y candidata demócrata a la presidencia, Kamala Harris, dio a conocer el martes último que había hablado con su rival tras el incidente.
“Me comuniqué con Trump para ver si estaba bien. Le dije lo que he dicho públicamente: no hay lugar para la violencia política en nuestro país”, expresó la vicemandataria durante una conversación transmitida en vivo con la Asociación Nacional de Periodistas Negros y la estación de radio WHYY-FM.
“La NUEVA NORMA”
Después de lo sucedido, un artículo de la cadena británica BBC apuntó que la violencia política se ha convertido en la “nueva norma” en Estados Unidos.
“El discurso nacional se ha vuelto más burdo, las divisiones partidarias se han agudizado y se han vuelto más arraigadas, y los estándares de conducta de los candidatos se han erosionado. Dada la epidemia nacional de violencia con armas de fuego, este tipo de ataques son quizás otra nueva normalidad inevitable. Pero por ahora, sigue siendo impactante”.
A su vez, un análisis del diario The Guardian apuntó que lo ocurrido fue el momento más reciente en un año de campaña marcado por una agitación sin precedentes y temores de violencia y disturbios civiles.
El periódico advirtió que el peligro y la inestabilidad se han convertido en una característica de la vida política estadounidense, y mencionó ejemplos como la marcha de supremacistas blancos que provocó la muerte de una activista por los derechos civiles en Charlottesville, Virginia, en 2017, la turba de furiosos partidarios de Trump que irrumpieron en el Capitolio en enero de 2021, y el ataque con martillo en su propia casa contra Paul Pelosi, esposo de la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi.
Al debate sobre el tema se sumó también The New York Times. Un analista de ese medio manifestó que en el centro de la actual erupción de violencia política se encuentra Trump, una figura que parece inspirar a la gente a lanzar amenazas o emprender acciones tanto a su favor como en su contra, y que, durante mucho tiempo, ha favorecido el lenguaje violento en su retórica.
Pero el politólogo Robert A. Pape declaró a Los Angeles Times que, si bien no tiene dudas de que el expresidente Trump ha hecho comentarios más incendiarios que Harris, en ambos lados del espectro político hay elementos radicales (millones de personas, según estima) que consideran que la violencia está justificada.
Ese estado de cosas supone un gran reto para un país en el cual la polarización política no parece disminuir y donde no pocos temen nuevos episodios violentos antes o después del 5 de noviembre.