Más de 130 personas perdieron la vida y unas 15 mil viviendas resultaron afectadas este mes en Chile a causa de grandes incendios forestales que azotaron a la región de Valparaíso, en lo que constituyó la peor catástrofe ocurrida en el país sudamericano después del terremoto de 2010.
Desde principios de febrero, cuando estallaron los fuegos comenzaron a difundirse imágenes de terror y destrucción de lugares como Viña del Mar y Quilpué, dos de las ciudades más golpeadas, en las que villas enteras quedaron reducidas a cenizas y miles de residentes vieron sus pertenencias consumidas por las llamas.
Mientras los pobladores lidian con el dolor por las pérdidas humanas y materiales, y las autoridades asisten a las víctimas y apuran la reconstrucción tras la catástrofe, crece la indignación ante los reportes de que los siniestros fueron intencionales y no accidentales.
LA FURIA DE LAS LLAMAS
Reportes de medios de prensa indican que las primeras llamas se encendieron a las 12:05, hora local, del viernes 2 de febrero, en el sector del fundo Las Tablas, en la reserva natural Lago Peñuelas, donde la Corporación Nacional Forestal (Conaf), encargada del control de los incendios forestales, identificó cuatro focos simultáneos que se propagaron con velocidad por bosques y pastizales secos.
Según divulgó el diario español El País en una cronología sobre lo sucedido, el calor intenso y el fuerte viento que ese día soplaba de sur a norte expandieron el fuego en tiempo récord, y a las 13:30 el siniestro ya amenazaba la ruta 68, la principal carretera de acceso a la zona del Gran Valparaíso, donde el tránsito fue suspendido para resguardar la seguridad de los automóviles.
Ante la rápida expansión del incendio, los brigadistas y bomberos no lograron contenerlo y siguió creciendo con dirección hacia el norte, en la ruta de las quebradas que separan las diferentes villas construidas en los sectores altos de Viña del Mar y en la parte de Quilpué, donde la basura acumulada en los desfiladeros alimentó más las llamas que, a las 18:00 de ese mismo día, ya habían llegado hacia el interior de esas localidades.
El Sistema de Alerta de Emergencia (SAE), administrado por el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred) se activó en los teléfonos móviles de los habitantes de las zonas afectadas, pero muchos de ellos dijeron no haber recibido la advertencia o que les llegó demasiado tarde, y decenas de carros de familias que intentaban escapar fueron alcanzados por el fuego, difundió El País.
De acuerdo con el periódico, muchas personas optaron por salir de los vehículos y correr por sus vidas, pero las llamas avanzaban a una velocidad de cuatro a 10 kilómetros por hora, mucho más rápido de lo que los residentes podían avanzar por las estrechas callejuelas entre cerros.
Casi al filo de la medianoche, el presidente chileno, Gabriel Boric, declaró el estado de excepción por catástrofe en la región de Valparaíso, donde ya se reportaban unas ocho mil hectáreas de terreno arrasadas, y el sábado 3 de febrero se decretó un toque de queda en las comunas de Viña del Mar, Quilpué, Villa Alemana y Limache con el propósito de priorizar los desplazamientos de los equipos de emergencia, facilitar las evacuaciones y crear un perímetro de seguridad.
Al cierre de esa jornada, el mandatario informó que las víctimas mortales ascendían a 46 y advirtió que el número seguramente aumentaría en las próximas horas “dadas las condiciones de la tragedia”, al tiempo que llamó a los habitantes de las zonas afectadas a acatar sin demora las alertas del Senapred y evacuar sus viviendas ante la proximidad de las llamas.
Durante un mensaje a la nación, el jefe de Estado también aseguró que se estaba investigando en origen del drama y su eventual intencionalidad, y posteriormente el subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, expresó que había fundadas sospechas sobre la participación de personas aún no identificadas en el origen del desastre.
Asimismo, el gobernador de Valparaíso, Rodrigo Mundaca, señaló que cuando aparecen cuatro focos simultáneos en puntos distantes a más de 400 metros uno del otro, evidentemente hay un grado de intencionalidad, y el Ministerio Publicó le orientó a la Brigada de Delitos Medioambientales de la Policía de Investigaciones explorar esos sitios.
El 4 de febrero, cuando el número de decesos se elevaba a 64 y estimaban más de 300 desaparecidos, Boric anunció dos jornadas de duelo nacional en honor a las víctimas. Entonces, participaban en el combate contra el fuego 23 helicópteros, nueve aviones, 17 brigadas de la Corporación Nacional Forestal y mil 300 soldados de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas, a la vez que comenzaban a llegar muestras de solidaridad de varias naciones.
La lucha contra el siniestro y las acciones de rescate y asistencia continuaron en las jornadas siguientes. Casi al cierre del 6 de febrero, el Cuerpo de Bomberos de Viña del Mar divulgó un comunicado en el que dio por superada la emergencia forestal y agradeció a los mil 930 bomberos de siete regiones del país que participaron en el enfrentamiento al fuego.
¿POR QUÉ TANTA DESTRUCCIÓN?
Los incendios son frecuentes en Chile, donde cada año se reportan más de seis mil como promedio, pero el nivel de muerte y destrucción registrado en los de Valparaíso resultó sin precedentes.
Estos catastróficos eventos fueron el producto de una “tormenta perfecta” de condiciones. Ocurrieron durante una ola de calor, una sequía y un episodio de fuertes vientos a causa de una combinación de El Niño y el cambio climático, explicó Elizabeth Wiggins, científica del Centro de Investigación Langley de la estadounidense Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), quien trabaja con el área del programa de Desastres de Ciencias Aplicadas de la Tierra en esa institución.
Un artículo publicado en la página web de la NASA precisa que los siniestros se produjeron en medio de una sequía extrema que preparó la quema de la vegetación de la región, lo cual se vio exacerbado por una ola de calor seco a principios de febrero que elevó las temperaturas y un período de fuertes vientos que llevaron las condiciones al límite.
Eso fue caldo de cultivo para que se desencadenara el quinto incendio más mortífero a nivel mundial desde 1900, según la base de datos internacional sobre desastres EM-DAT.
Otro factor que volvió más mortífera esta tragedia fue el hecho de que muchas de las casas afectadas estaban elaboradas con materiales livianos como madera y fibrocemento, que arden con mucha más facilidad que los ladrillos o el cemento, afirmó Miguel Castillo, director del Laboratorio de Ingeniería de Incendios Forestales de la Universidad de Chile.
En declaraciones al portal France 24, el experto agregó que muchas de esas viviendas eran de invasión y se construyeron en zonas de cortafuegos, o sea, en perímetros que son cercanos a bosques y que, por ley, debían estar libres para evitar que las llamas se propagaran.
A eso se suma que en la zona centro y sur de Chile abundan las especies invasoras, como el pino o el eucalipto, que han sido introducidas para la producción de celulosa y madera del país.
El pino insigne y el eucalipto se queman relativamente rápido, y además de eso tenemos otras especies invasoras arbustivas que generan una cantidad de combustible muy alta, explicó a BBC Mundo el director del Instituto de Ecología y Biodiversidad de la Universidad de Concepción, Aníbal Pauchard.
Como si todos esos factores no fueran lo suficientemente alarmantes, el ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, reiteró el martes último que las autoridades consideran que los fuegos fueron provocados de forma premeditada.
La Conaf duplicó sus unidades de investigación interna y se descubrió curiosamente cada 1,7 kilómetros cuatro puntos. La investigación la sigue la Fiscalía, pero fue intencional, fueron muchos focos simultáneos, expresó el titular en entrevista con Radio de la Universidad de Chile.
Al mismo tiempo, el ministro insistió en la necesidad de priorizar en marzo próximo el trámite para aprobar la ley de prevención de incendios forestales y rurales, una iniciativa estancada hasta ahora en el Congreso Nacional que obligaría tanto al Estado como a propietarios a definir zonas de interfaz urbano-rural en la planificación territorial, y a crear cortafuegos, fortalecer los instrumentos de gestión forestal y establecer sanciones por los incumplimientos.
Por su parte, Alberto Texido, académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, consideró que a partir de lo ocurrido se deben tomar en cuenta aspectos de aprendizaje, entre ellos los relacionados con cómo combinar de forma efectiva el crecimiento urbano y las plantaciones forestales productivas.
Tras la voracidad de las llamas, cuando muchas familias siguen de luto y tratan de reconstruir sus viviendas, esas y otras reflexiones buscan evitar que se repitan eventos similares en el futuro o, al menos, que su impacto sobre la población no sea tan devastador.