Mientras el planeta todavía carga el peso del impacto de la Covid-19, nubarrones negros asoman una vez más sobre la economía internacional y despiertan las alarmas de analistas, inversores y público en general.
Tras el reciente descalabro de cuatro bancos, medios de prensa dentro y fuera de Estados Unidos comenzaron a realizar comparaciones entre la situación actual y la Gran Recesión de 2008, cuando precisamente las primeras señales de desplome llegaron con la caída de varias instituciones financieras.
La secretaria estadounidense del Tesoro, Janet Yellen, expresó el último martes que el estado de la industria bancaria no es el mismo de hace 15 años (crisis de solvencia), si bien reconoció que los funcionarios todavía no tienen todos los detalles sobre el derrumbe este mes de entidades como Signature Bank y Silicon Valley Bank (SVB).
Según manifestó Yellen en un evento de la Asociación Estadounidense de Banqueros, en aquel entonces muchas instituciones estaban bajo presión debido a sus tenencias de activos de alto riesgo, y hoy no existe esa situación gracias a medidas como la Ley Dodd-Frank de 2010, destinada a reorganizar la regulación financiera.
A pesar de sus declaraciones, siguen flotando las interrogantes acerca de si lo acontecido en las últimas semanas puede ser síntoma de que se avecina una nueva recesión para la economía estadounidense y el resto del orbe.
Mayor colapso bancario desde 2008
En pocos días se conoció sobre la caída de los estadounidenses Silvergate Capital Corp., SVB y Signature Bank, mientras First Republic Bank muestra también serias complicaciones que podrían conducir a un desenlace similar.
Al mismo tiempo, Credit Suisse, una institución con 167 años de historia y el segundo mayor prestamista de Suiza, enfrentó severas dificultades que provocaron su adquisición por parte del banco más grande del país, UBS.
Las primeras señales inquietantes comenzaron el 8 de marzo, cuando Silvergate Capital, un banco del estado de California enfocado en las criptomonedas, comunicó que cesaría sus operaciones y liquidaría los activos, luego de verse obligado a vender una parte de sus títulos de deuda.
Fue en esa misma jornada cuando SVB manifestó que necesitaba recaudar dos mil millones de dólares, ante lo cual decidió cobrar una cartera de bonos del Gobierno en una operación que le generó pérdidas de mil 800 millones de dólares y que provocó una ola de retiros de fondos por parte de los clientes.
Dos días después, la Corporación Federal de Seguros de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés) tomó el control del SVB, para completar lo descrito como el mayor colapso bancario en Estados Unidos desde la quiebra de Washington Mutual en 2008.
Lo acontecido en la institución californiana tuvo impacto en otras partes del sector bancario, pues los inversores comenzaron a vender acciones ante el temor de enfrentar dificultades similares y los clientes se apresuraron a extraer depósitos.
Así sucedió con Signature Bank, con sede en Nueva York, pues el pánico generado por SVB condujo a que se sacaran de sus arcas grandes cantidades de dinero, y el 12 de marzo la FDIC también cerró ese banco para evitar el contagio hacia otras organizaciones.
En la jornada siguiente el presidente Joe Biden trató de asegurar en un discurso que el sistema bancario del país era seguro y remarcó que los contribuyentes no pagarían el costo de ningún rescate, en un esfuerzo por calmar los temores en aumento.
Para el 16 de marzo, Firs Republic Bank, igualmente de California, estaba también cerca del colapso, y para evitarlo se elaboró un plan en Washington a fin de que fuera rescatado por el sector privado. De ese modo, ya recibió 30 mil millones de dólares de algunos de los bancos más grandes del país, pero todavía las cosas no marchan bien, y se habla de la posibilidad de una segunda inyección de dinero.
Del otro lado del Atlántico, todo se complicó para Credit Suisse, que perdió rápidamente un 30 por ciento de sus acciones. Ni siquiera un préstamo de emergencia del Banco Nacional de Suiza pudo impedir que los titulares de cuenta retiraran depósitos por más de 10 mil millones de dólares cada día y apresuraran la debacle.
Ante ese panorama, y tras negociaciones entre reguladores locales, de Estados Unidos y del Reino Unido, el 19 de marzo se divulgó el acuerdo de compra de Credit Suisse por parte de UBS con el fin de buscar estabilidad financiera.
¿Por qué ocurrió el descalabro?
En el caso de la institución suiza, se combinaron problemas de larga data vinculados con su gestión de riesgo, fuertes pérdidas, y escándalos sobre lavado de dinero y espionaje, con el pánico generado a raíz de lo sucedido con las entidades norteamericanas.
A su vez, lo ocurrido en Estados Unidos está directamente vinculado con el comportamiento del sistema bancario durante los últimos años, cuando organizaciones como SVB, dedicadas a financiar empresas tecnológicas emergentes, lograron ingresos muy elevados gracias a la inversión proveniente de capitales de riesgo y se vieron con un exceso de liquidez.
Tales ingresos no se dedicaron mayoritariamente al otorgamiento de préstamos, sino a la adquisición masiva de bonos del Tesoro de Estados Unidos, aprovechando que durante un buen tiempo las tasas de interés se mantuvieron muy bajas.
Sin embargo, la subida continua de los tipos de interés decretada en los últimos meses por la Reserva Federal redujo el valor de los bonos. Al verse obligado a venderlos para asumir las retiradas de dinero de sus clientes, el SVB enfrentó pérdidas que resultaron desastrosas, y a ello se sumó la caída en el valor de las criptomonedas que sacudió a entidades como Signature.
De forma general, la decisión de elevar las tasas de interés en diferentes naciones para tratar de frenar la galopante inflación provocó que bajara el precio de los bonos gubernamentales y, por tanto, los activos de las instituciones que habían invertido en ellos.
La subida de tipos “ha golpeado el valor de incluso las inversiones seguras en las que los bancos guardan parte de su dinero. Eso ha asustado a los inversores y ha hecho caer los precios de las acciones de todos los bancos, afectando en mayor grado a los que se consideran más débiles, explicó Simon Jack, editor de finanzas de la cadena británica BBC.
¿Qué esperar en lo adelante?
Las autoridades insisten en que hay fortalezas en el sistema bancario para evitar una nueva crisis, y expertos del sector coinciden en que las condiciones actuales no son las mismas que llevaron a la Gran Recesión, si bien todavía hay reservas en torno a qué sucederá en las semanas y meses venideros.
Un artículo de opinión de la agencia Bloomberg sostuvo que existen razones para considerar que esta crisis bancaria no arruinará la economía, entre ellas que el mundo y los responsables políticos se han estado preparando para este escenario luego de las enseñanzas adquiridas en 2008 y a raíz de la pandemia.
En los últimos tres lustros se impusieron regulaciones para obligar a los bancos a poseer más liquidez y limitar su exposición al riesgo, indicó al respecto BBC. A pesar de ese optimismo, el medio británico advirtió que el mundo de la banca es extremadamente complejo y es difícil identificar las nuevas debilidades del sistema hasta que este se ponga bajo presión.
Por su parte, el portal estadounidense Vox llamó la atención sobre la cierta inestabilidad percibida en los bancos regionales, en medio de la preocupación de que pueda haber otras instituciones en problemas y se produzca un contagio.
Expertos consultados por Bloomberg afirmaron que la reciente agitación tiene grandes implicaciones que podrían cambiar el cálculo de las decisiones financieras de los consumidores y aumentar el riesgo de una recesión. “Los consumidores estadounidenses podrían enfrentar consecuencias como un acceso reducido al crédito, cambios en las tasas de interés de los depósitos o pérdidas en las inversiones”.
Para enfrentar esos y otros obstáculos, los bancos centrales de varios países anunciaron una estrategia dirigida a mantener el flujo de dinero a través de la economía global, la cual se basa en permitir un mayor acceso a dólares estadounidenses para distribuir entre los bancos comerciales, anotó el diario británico The Guardian.
Cuando los análisis sobre el tema todavía resultan muy prematuros, un estudio difundido el 13 de marzo por la Red de Investigación de Ciencias Sociales arrojó que 186 bancos de Estados Unidos podrían estar en riesgo de bancarrota como el SVB en caso de que los clientes decidan retirar repentinamente su dinero.
De acuerdo con esa investigación, el problema radica en que tales entidades, al igual que el SVB, poseen muchos activos invertidos en bonos del Gobierno y en valores de hipotecas.
Con todas esas consideraciones en el tintero, analistas consultados por la cadena CNN manifestaron que los inversionistas y clientes bancarios deben mantenerse tranquilos, pero atentos a la situación.