Que las elecciones generales del 25 de junio en Guatemala deban pasar a segunda vuelta no constituye una sorpresa para una nación donde los balotajes han sido una constante desde 1985, cuando comenzó su llamada historia democrática.
Para imponerse en esos comicios, alguno de los candidatos en contienda debía obtener el 50 por ciento más uno de los votos, lo que parecía imposible si se tiene en cuenta la gran diversidad de contrincantes: en total fueron 22 los partidos políticos con figuras nominadas a la presidencia del país.
Dada esa cantidad de rivales, era predecible una fuerte división que le impidiera a cualquiera de ellos sumar el respaldo suficiente para triunfar. Sin embargo, no estaba en los cálculos de prácticamente nadie el resultado alcanzado por Bernardo Arévalo, el candidato que nunca apareció entre los favoritos en las encuestas, pero que se erigió como el segundo más votado.
El representante del Movimiento Semilla, surgido a raíz de grandes protestas anticorrupción ocurridas en 2015, consiguió cerca de un 12 por ciento del apoyo en las urnas y garantizó así su presencia en la contienda prevista para el próximo 20 de agosto, cuando se enfrentará a Sandra Torres, de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), líder con casi un 16 por ciento.
LA CANDIDATA PERSISTENTE
Esta mujer de 67 años de edad es una figura conocida dentro del entorno político guatemalteco. Además de haber sido la esposa del fallecido presidente Álvaro Colom (2008-2012), estuvo en la pugna por encabezar el Ejecutivo en 2015 y 2019, cuando fue superada respectivamente por el exmandatario Jimmy Morales y el actual jefe de Estado, Alejandro Giammattei.
Aunque fundadora y secretaria general de UNE, un partido descrito como socialdemócrata situado en la centroizquierda, Torres ha adoptado en los últimos tiempos una tendencia conservadora, que incluye el uso constante de la religión en su campaña, y la oposición al aborto y al matrimonio igualitario, entre otras posiciones.
Durante su etapa como primera dama, se ganó el respaldo de sectores rurales al encargarse de la gestión de programas sociales como bolsas de alimentos y bonos económicos para familias de agricultores en zonas de extrema pobreza.
La aspirante a convertirse en la primera presidenta de Guatemala se opone a un eventual regreso al país de la Comisión Internacional contra la Impunidad (Cicig), órgano que combatió la corrupción durante más de una década y condujo al arresto de dirigentes de alto perfil.
Ella misma fue detenida en 2019 por acusaciones de asociación ilícita y financiación electoral no reportada durante la campaña de 2015, y pasó varios meses en la cárcel y luego bajo arresto domiciliario, aunque fue absuelta a finales de 2022.
Durante su actual carrera presidencial, en la que todas las encuestas la daban como favorita en la intención de votos, Torres prometió eliminar el IVA (impuesto al valor agregado) en productos de canasta básica, reducir el costo de la energía eléctrica, otorgar medio salario mínimo a las madres solteras y adoptar un plan de seguridad similar al del mandatario Nayib Bukele en El Salvador, entre otros compromisos.
EL RIVAL IMPREVISTO
A su vez, Arévalo irrumpió como una fuerza inesperada en la batalla electoral, pues antes de los comicios los sondeos lo daban por detrás de otras figuras como el exdiplomático Edmond Mulet; la hija del dictador Efraín Ríos Montt, Zury Ríos; y Manuel Conde, candidato del partido Vamos, de Giammattei.
El nominado por Semilla, hijo del expresidente Juan José Arévalo (1945-1951), nació en Uruguay en 1958, cuando sus padres se encontraban en el exilio. En la década de 1980 comenzó a desempeñarse como diplomático de carrera en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Guatemala y en 2015 tomó parte en las manifestaciones que exigieron la renuncia del entonces gobernante Otto Pérez Molina.
A raíz de esas protestas, el hombre de 64 años y otros intelectuales se reunieron en un grupo de análisis bautizado como Movimiento Semilla, que se enfocó en rechazar las formas tradicionales de hacer política y fue punto de origen del partido homónimo, que se define como socialdemócrata y progresista.
El aspirante a encabezar el Ejecutivo, quien desde 2020 es diputado en el Congreso y ha alabado el trabajo de la Cicig, se comprometió a crear el Sistema Nacional Anticorrupción, combatir el crimen mediante la inversión en las instituciones de seguridad pública y construir una nueva cárcel para condenados por delitos graves, entre otras propuestas.
Por otra parte, acusa a los últimos gobiernos de haber golpeado la democracia y de imponer medidas autoritarias, y ha denunciado una creciente criminalización de fiscales, jueces y periodistas que acabaron en la cárcel o el exilio.
Según el portal británico BBC Mundo, el resultado de Arévalo no solo es sorpresivo por lo que dictaban las encuestas, sino porque se trata de un aspirante cercano a la izquierda que llegó a segunda vuelta en Guatemala, un país tradicionalmente conservador y que en las últimas tres elecciones se inclinó por mandatarios de derecha.
HARTAZGO POPULAR
Aun cuando ambos fueron las principales figuras de los comicios, en los cuales estaban llamados a votar más de nueve millones de personas, medios de comunicación y analistas coinciden en manifestar que el gran ganador fue el voto nulo: un 17,3 por ciento de las papeletas correspondió a esa categoría, a lo que se sumó un siete por ciento en blanco y un 40 por ciento de abstención.
Todo ello es visto como el reflejo de un hartazgo generalizado ante el sistema de partidos tradicionales, las numerosas denuncias de corrupción y fraude a nivel estatal, y una campaña marcada por la exclusión de tres candidatos que habrían tenido un respaldo nada despreciable en las urnas: Carlos Pineda, Thelma Cabrera y Roberto Arzú.
Antes de las elecciones, el diario español El País afirmó que, tras años de un auge autoritario y un deterioro institucional, el sentimiento que parecía haber tomado la nación centroamericana era una especie de “rabia silenciosa”. El reflejo de ese estado de cosas puede estar en los votos nulos y en blanco que abarcaron casi un 25 por ciento del total.
En esa misma línea, el analista guatemalteco Renzo Rosal manifestó a BBC Mundo que lo conseguido por Semilla “refleja el momento de agotamiento del sistema político en Guatemala, que ya creó tal nivel de hastío que la población quiso votar pensando en algo diferente”.
La gente no creía que podíamos decir “ya a la corrupción”. No creían que los guatemaltecos teníamos la determinación de decir “basta” a la élite económica corrupta. No creían que teníamos la capacidad de mantener la esperanza y de soñar con un futuro digno, con un futuro justo, con una democracia con justicia social, con una democracia de gente honesta, pero les dimos la sorpresa, subrayó Arévalo al día siguiente de los comicios, en los que también se elegían 160 diputados al Congreso, 20 al Parlamento Centroamericano y 340 alcaldes municipales para el periodo 2024-2028.
PERSPECTIVAS PARA AGOSTO
Tras lo ocurrido, cabe preguntarse si el aspirante de Semilla logrará canalizar ese hartazgo popular hacia un apoyo mayoritario a su propuesta, o si Torres impondrá su historia y dejará de ser “la eterna candidata”, como la llaman algunos medios, para conseguir por fin la victoria en su tercer intento.
Un reportaje publicado en el diario estadounidense The New York Times advirtió que, a pesar de su inesperado desempeño, Arévalo enfrenta una carrera cuesta arriba.
“Ella tiene más reconocimiento y se apoya en su experiencia como primera dama, cuando fue el rostro de programas populares contra la pobreza”, apuntó el periódico, y agregó que la mujer también puede contar con el apoyo de una clase dirigente poco dispuesta a alterar el status quo.
Si bien las posibilidades de triunfo de Arévalo pueden tornarse remotas, él ha sido capaz de montar con habilidad una campaña singular con actos digitales, creativas recaudaciones de fondos y el empleo de recursos novedosos que posicionan de forma seria cuestiones como la mejoría de los servicios de salud.
Asimismo, juega en contra de Torres un alto nivel de antivoto, entendido como la cantidad de personas que preferirían respaldar a cualquier otra persona antes que a ella, lo cual ya la golpeó en sus dos carreras presidenciales previas.
Para el politólogo Ricardo Sáenz, afiliado de Semilla, esta fuerza tiene como puntos fuertes el contacto directo con los ciudadanos durante la campaña, el uso de las redes sociales y la frescura de una candidatura joven.
El analista se refirió el enfrentamiento entre Arévalo y Torres como una lucha entre David y Goliat, por los recursos de los que dispone cada partido, pero se mostró optimista con las opciones de su entidad política.
“Creo que están en condiciones de cambiar el rumbo de la historia de Guatemala”, afirmó. En menos de dos meses se sabrá si la mayoría de los votantes están o no de acuerdo con él.