Pudo ser distinto, muy distinto, dirán muchos, quizás; pero el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, siguió el guion de siempre en otro discurso ante el Congreso: palabras repletas de éxitos sin precedentes, críticas a sus adversarios y promesas reiteradas.
En el primer mensaje a la nación, hace dos días, como parte de su segundo mandato, que comenzó el pasado 20 de enero, el jefe de la Casa Blanca defendió la agenda propia a base de un triunfalismo desmedido, al decir de diversos analistas, lo cual no es nuevo para nadie.
Tras el inicial “Estados Unidos está de vuelta”, Trump celebró “la era más exitosa” de su país y sin matices afirmó que la actual administración logró más en 43 días que otros gobiernos en cuatro u ocho años.
Como era de esperar, tal declaración, dirigida a consolidar una imagen de buen y eficaz desempeño, desató los aplausos en los republicanos y el escepticismo en los demócratas, quienes son minoría en las dos cámaras del poder legislativo a raíz de los resultados en las elecciones de noviembre último.
OMISIONES VOLUNTARIAS
Fuera de la intervención del mandatario, la cual superó la hora y media de duración, quedaron las controversias legales y sociales de muchas de sus medidas, como las políticas migratorias, los aranceles comerciales o la salida de acuerdos internacionales.
Aunque las retiradas de Washington del Acuerdo de París sobre cambio climático y de la Organización Mundial de la Salud fueron justificadas como actos de soberanía, expertos señalan los riesgos ambientales y el aislamiento diplomático por esas determinaciones.
Para evidenciar aún más la reinante polarización estadounidense, cada frase de Trump recibió apoyo de sus copartidarios, mientras que los rivales políticos expresaron el desacuerdo mediante gestos y símbolos.
El cúmulo de reacciones tuvo un momento destacado con la expulsión de un congresista después de interrumpir a Trump cuando el presidente aseguraba que “más estadounidenses creen que el país va en la dirección correcta”.
También, varias legisladoras demócratas llevaron ropa de color rosa para denunciar los derechos vulnerados de las mujeres, un guiño, según medios de prensa, a la lucha por el aborto tras su prohibición en varios estados conservadores.
INMIGRACIÓN Y OTROS ASUNTOS
Por otra parte, Trump insistió en llamar “criminales peligrosos” a los inmigrantes, sin tener en cuenta la búsqueda de asilo que realizan esas personas por la violencia y las difíciles condiciones económicas en sus países de origen.
Asimismo, mantuvo lo que algunos denominan una diplomacia basada en la presión unilateral con las exhortaciones a México y Canadá de enfrentar el tráfico de fentanilo y responsabilizando a esos países vecinos de un problema que necesita una solución conjunta e integral.
Dichas posturas, según reportes de prensa, movilizan a la base del gobernante; pero a la par generan tensiones con aliados extranjeros y organismos internacionales.
Otra vez, aludió a Groenlandia y al Canal de Panamá como territorios que “Estados Unidos controlará en el futuro”, y más allá de la ambigüedad temporal, ese comentario muestra, al parecer, la obsesión de Trump por expandir la influencia geopolítica norteamericana.
Del lado opuesto, mencionó una carta del presidente ucraniano Volodimir Zelenski, quien, según el mandatario estadounidense, está “listo para la paz”.
Además, Trump se refirió a los aranceles como herramienta económica y pidió paciencia ante una posible pequeña sacudida inflacionaria, especialmente en el costo de los alimentos.
Continuó los ataques contra Joe Biden, su sucesor y antecesor en la Casa Blanca, a quien calificó como el peor presidente de la historia, el mismo que fue capaz de derrotarlo en las urnas en noviembre de 2020.
Varias voces afirman que Trump tiene una estrategia clara: movilizar a sus seguidores con un relato de victoria y confrontación, mientras ignora los costos sociales de sus políticas en un país fragmentado.
Otros criterios apuntan que su retórica divisiva y el culto a la personalidad profundizan la grieta entre dos Estados Unidos: aquel a favor de su nacionalismo económico y aquel que lo identifica como una amenaza a la democracia.
“Apenas estamos comenzando”, expuso Trump. Veremos entonces hasta dónde llega…
