Chile atraviesa por un agudo período de incendios forestales, sin tregua en la zona centro sur del territorio, y que constituyen un fenómeno recurrente en la historia del país, donde actualmente los fuegos se multiplican en las regiones como La Araucanía y el Biobío.
Son escenas que han marcado a varias generaciones a lo largo de cientos de años, sobre todo en estas áreas caracterizadas por extensos bosques y donde la industria forestal está asentada y provoca cambios drásticos en el entorno natural.
La memoria llega hasta épocas muy remotas, si bien fue apenas en 1964 cuando en Chile se comenzó a llevar un recuento pormenorizado de los siniestros, sus eventuales causas, los efectos y la extensión territorial perdida.
Con el paso del tiempo la situación no ha mejorado, porque nuevos factores se agregaron a los riesgos, casi todos derivados de la actividad humana, como el corrimiento de las fronteras urbanas, el calentamiento global y el monocultivo de especies como el pino y el eucalipto.
Los fuegos son cada vez más frecuentes y destructivos, sobre todo los de la última década, que han dejado huella en la historia.
Entre finales de 2016 y principios de 2017 las regiones de O’Higgins, Maule y Biobío fueron afectadas por megaincendios con más de 500 focos simultáneos en una extensión territorial de casi 500 kilómetros, los cuales dejaron 11 muertos, y destruyeron más de medio millón de hectáreas y dos mil 831 inmuebles.
Una tragedia similar ocurrió en Valparaíso del 2 al 3 de febrero de 2024, cuando las llamas en las comunas de Viña del Mar, Villa Alemana y Quilpué causaron 137 fallecidos, calcinaron miles de viviendas y dejaron decenas de miles de damnificados.
Para la actual temporada del verano austral se reforzaron al máximo las medidas de precaución y el equipamiento técnico para evitar nuevas catástrofes que, lamentablemente, casi siempre vienen de la mano del descuido, la malicia o la ambición humana.