MONICA PERCIVALE*
La propaganda y la velocidad del mundo actual nos han llevado a creer y buscar las soluciones instantáneas y las respuestas rápidas; de la misma manera que podemos ordenar la cena en menos de cinco minutos en el internet, esperamos que la solución a nuestros problemas de convivencia se resuelvan de la misma manera.
Es cierto que en el internet, en los libros o en los programas de televisión podemos encontrar ciertas guías para explorar caminos de superación personal y consejos para tomar decisiones de problemas de relaciones que nos afectan.
Existen sin embargo ciertas situaciones que no pueden ser resueltas por ningún tipo de terapia, ni siquiera conducida por el más experto de los psicoterapeutas.
En la terapia de pareja es común que pronunciemos la conocida frase de que “Se necesitan dos para bailar un tango” refiriéndonos al concepto de que el éxito o el fracaso de una relación depende de los dos integrantes. Esta regla es cierta y como toda regla tiene la excepción que la confirma.
Cuando en una relación de pareja existen cualquiera de las tres ”A” no hay forma de repartir la responsabilidad y la terapia conjunta no es recomendable.
Las tres “A” corresponden a Abuso; Adicción o Adulterio. El principio por el cual no se puede trabajar en conjunto cuando cualquiera de estas situaciones está presente es el de la justicia. Si uno de los dos integrantes de la pareja es adicto a las drogas o al alcohol o es abusivo o ha sido infiel, estamos frente a una situación que puede terminar enfermando o hasta incluso matando a la otra parte, aunque esto último no necesariamente suceda a las manos del cónyuge.
El estrés de vivir en una relación de desconfianza, de miedo, de violencia, desgasta física y espiritualmente, erosiona la confianza en el otro y en uno mismo, impidiendo el funcionamiento saludable de la persona. El mero intento diario de sobrellevar una relación en la que la confianza se ha roto o simplemente no existe más, requiere de un esfuerzo “sobrehumano” para llenar el vacío que la mentira, la agresión o los efectos de la adicción han dejado en la pareja, sin la posibilidad de predecir o sentir que existe un soporte emocional en el otro.
Aun más profundo es el daño causado por la proyección de la deshonestidad de la otra parte. Cuando una de las partes está envuelto en comportamientos que lo obligan a mentir dentro y fuera de la pareja (esconder el adulterio, el uso de sustancias, y el abuso) paulatinamente creerá que su pareja es capaz de la misma deshonestidad, sin importar cuanta evidencia de lo contrario exista.
Nadie debe estar condenado al esfuerzo de sobrevivir en una relación tan despareja, y que exija tanto sacrificio personal, de ahí la recomendación de que no haga terapia de pareja cuando exista adulterio, adicción o abuso, busque ayuda para su superación personal y salga cuanto antes de esa trampa que tarde o temprano terminará por ser fatal.
*Consejera Sénior en Full Circle Therapy.