CATALINA CHAUX*
El 25 de noviembre, declarado por las Naciones Unidas como el día internacional para rechazar la violencia contra las mujeres y las niñas así como la violación a sus derechos, ha tenido tanto impacto que ha pasado de ser un día a 16 días naranjas, color elegido para simbolizar estas fechas.
Si bien se trata de generar consciencia para rechazar toda suerte de violencia ejercida sobre la mujer, sea psicológica, física, sexual, o cualquier otro tipo de discriminación o inequidad, este trabajo arduo debe realizarse con igual énfasis no solo durante uno o dieciséis días sino que debe ser una permanente campaña educativa los trescientos sesenta y cinco días del año.
Es difícil entender por qué el abuso físico y particularmente el sexual contra la mujer, sin distingo de edad, ha sido tan utilizado durante siglos como un arma de dominación sin importar si se está o no en algún tipo de conflicto, lo cual de ninguna manera lo excusa, por lo contrario, agrava la
naturaleza del ataque aún más.
Lo triste es que este abuso es una pandemia global, no tiene distingos de raza, religión, desarrollo económico, cultura, país o continente. Podemos nombrar desde la captura de mujeres en Nigeria, a las 80 universidades en investigación en Estados Unidos por las actividades de abuso y violencia sexual, a las actividades de celebridades ahora menos célebres o a las actividades ejercidas por grupos beligerantes, guerrilleros o terroristas. La lista es interminable.
El 35% de las mujeres del mundo, ha sufrido en algún momento de su vida un acto de violencia.
Es como si se olvidara que todos venimos de una madre que durante nueve meses gestó a ese ser para traerlo al mundo y hacer posible su existencia.
Es difícil entender como muchos de esos seres se vuelven contra el símbolo de vida: la mujer, teniendo todos ellos madre y posiblemente hermanas e hijas.
No se trata de ser iguales, porque es imposible serlo; por naturaleza somos diferentes. Se trata de tener equidad en las oportunidades de desarrollo, de educación, de salud, de trabajo, de vida tranquila y armoniosa.
Mucho se ha discutido si es la inequidad la que genera la discriminación o es la discriminación la que genera la inequidad.
Ni los perpetradores de esta violencia y abusos, ni la sociedad que no la condena y actúa para castigarla debidamente se dan cuenta que entre más violencia y violaciones de derechos hay, menos posibilidades de desarrollo y evolución habrá, pues está demostrado que la sociedad necesita de la articulación del trabajo de hombres y mujeres, como una alianza de fortalezas para salir adelante.
El tema se ha hecho más visible y hay más denuncias o por lo menos conocemos más de ellas, pero, ¿qué hacemos al respecto? Hay algo que no estamos haciendo correctamente como sociedad, pues tristemente el número de los ataques va en incremento y las condenas son menores. La pandemia no debe ser de violencia sino de indignación a esa violencia.
¿Que puedo hacer yo para fomentar la equidad y prevenir la discriminación, violencia y abuso?
Ser factor de cambio, no ser indiferente. Es una labor de todos los días, de educar, de corregir, de no tener miedo a hablar y abogar por las situaciones que vemos injustas e inequitativas, de saber decir no a situaciones que, así parezcan insignificantes, son parte de esa tendencia a perpetuar situaciones
que no deben ser, desde un simple chiste, una actitud o una clara agresión.
* Abogada con especialización en Derecho Económico, Master en Resolución de Conflictos y Coach Profesional con énfasis en mejoramiento de comunicaciones, manejo de conflictos e intercambios culturales. cchaux@checsconsulting.com