HORACIO TEJERA
En el abuso a las personas de edad confluyen una serie de variables como la desvalorización de quienes dejan de ser percibidos como sujetos productivos y como sujetos de derechos, los cambios en las estructuras familiares, la fragilización de la salud a medida que avanza la edad, y el género, ya que de cada tres personas de edad que sufren maltrato, dos son mujeres.
Para acercarnos a la complejidad del problema, veamos las razones por las cuales el número de mujeres maltratadas en la vejez duplica el de los hombres y el modo en que la feminización de la pobreza y la feminización del envejecimiento confluyen en lo que se conoce como feminización del maltrato.
Las mujeres reciben por su trabajo, aún en las sociedades más igualitarias, menos que los hombres por las mismas tareas.
Pero además, por ocuparse también de las tareas de cuidados en el seno de la familia (por las cuales no reciben compensación económica alguna), ven limitado el tiempo que pueden dedicarle a los trabajos remunerados a lo largo de sus vidas.
Ambos factores determinan que en la vejez, las pensiones a las que se han hecho acreedoras sean sensiblemente inferiores a las de los hombres y eso conlleva una mayor posibilidad de padecer pobreza y dependencia respecto a otros miembros de la familia.
A eso se suma que con frecuencia la mujer que ha dedicado una parte importante de su vida al cuidado de sus hijos, sea destinada en la vejez al cuidado de sus nietos. Esa situación puede ser asumida voluntariamente y con amor, pero detrás de la misma existen en ocasiones manipulación y abuso, y de ese modo algunas mujeres continúan pagando en la vejez, con su trabajo, la posibilidad de contar con una familia o de tener, al menos, un lugar en donde estar.
A la feminización de la pobreza se suma la feminización del envejecimiento. Las mujeres, en las sociedades desarrolladas, disfrutan de una mayor esperanza de vida, pero esa mayor longevidad tiene contrapartidas, como la mayor fragilización y la mayor cronificación de algunas patologías, lo que se manifiesta en mayor posibilidad de caer en situaciones de dependencia.
Ambas feminizaciones, la de la pobreza y la del envejecimiento, dan como resultado que las mujeres enfrenten con mayor frecuencia situaciones de soledad, abandono y malos tratos y eso se agrava si, previamente, han sido víctimas de abuso por parte de sus parejas, ya que en esos casos la violencia está ya normalizada.
Aquí hagamos un alto para preguntarnos ¿por qué las situaciones de dependencia por razones de salud de las personas ancianas aumentan las posibilidades de que sufran abuso, maltrato o abandono…
¿Por qué las personas más frágiles corren más peligro de ser maltratadas?
A responder esa pregunta nos dedicaremos en la próxima columna.